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Pons se puso el quepis

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...como él mismo lo reconoció en su libro, apenas pudo contemplar “el desarrollo de los acontecimientos sin poder, honradamente, contener el desbordamiento de tanta pasión política y tanta ambición desenfrenada”.

Antonio Pons Campuzano, nacido en Guayaquil, médico, hijo de catalán y paisa, a sus 37 años se encumbró a la máxima autoridad del Poder Ejecutivo por un mes y pocos días del año 1935. En esa época, la Constitución de la República (la décimo segunda, de 1929) disponía que el reemplazo del presidente, por ausencia temporal o definitiva, era su ministro de lo Interior. La interpretación arbitraria que de esta disposición hicieron los militares es lo que condujo a Pons a la cumbre del Poder Ejecutivo.

Pons era ministro de lo Interior en la primera Presidencia Constitucional de Velasco Ibarra. El 20 de agosto de 1935, alrededor de las 9 de la mañana, él presentó su renuncia al presidente. Según lo cuenta en su libro Contra el zarpazo de la garra política, publicado en Buenos Aires en 1936, esa mañana “fui sorprendido con la presencia de un regimiento que al compás de su banda militar se acercaba a los bajos del Palacio […] Y a poco se me dijo que su objeto era la promulgación de un Decreto asumiendo la dictadura el doctor Velasco Ibarra”. En desacuerdo con esta dictadura, contra la que él había advertido, Pons renunció a su cargo.

El intento dictatorial de Velasco Ibarra fracasó. Con Velasco fuera de juego era necesario que se designe a alguien en su reemplazo, en calidad de Encargado del Poder. El gobierno de los civiles y su beligerante Congreso, bajo la Constitución de 1929, había sido un rotundo fracaso: ningún Presidente terminaba su período y se vivía en permanente estado de pugna y zozobra. Era un buen momento para prescindir de ellos. Era el turno de los militares.

En Quito, Pons vivía en el hotel Savoy. Allá fue la alta oficialidad del Ejército para ofrecerle el Encargo del Poder. Antes de su caída, en la tarde del 20 de agosto, Velasco Ibarra había aceptado la renuncia de Pons. Pero esto no le importaba, ni a Pons ni a los militares, que omitieron este detalle que a Pons inhabilitaba (el designado por Velasco ‘in extremis’ en reemplazo de Pons era un tal Carlos Guerrero). Pons empezó su gobierno el 21 de agosto de 1935.

En su gobierno, como él mismo lo reconoció en su libro, apenas pudo contemplar “el desarrollo de los acontecimientos sin poder, honradamente, contener el desbordamiento de tanta pasión política y tanta ambición desenfrenada”. Para él, nada peor que la “Garra política” (representada en Arroyo del Río) a los que definió como “Poder, Poder y Maldad”. El 26 de septiembre Pons recogió sus pasos y decidió renunciar a su Encargo.

Y aquí fue que el civil se puso el quepis, porque en vez de renunciar ante el Congreso para seguir el procedimiento constitucional, él decidió hacerlo ante la alta oficialidad del Ejército porque los consideraba “el mejor intérprete de los sentimientos cívicos”. Ese día de septiembre convocó en la Casa Presidencial “al Inspector General del Ejército y a los representantes de las principales dependencias del Ministerio de Guerra y de los cuerpos de línea”, y ante ellos, “es decir, ante el Ejército ecuatoriano, renuncié mi cargo después de exponerles la honradez de mis propósitos y los sentimientos patrióticos del Gobierno”.

El Ejército ecuatoriano decidió el reemplazo de Pons. Empezamos a vivir en dictadura.