Pensamiento, acción e ilógicas políticas

Son caníbales políticos de mirada torcida y concepción corta, extraviada, y grandes ambiciones
La clase política solo piensa y actúa desde lo absurdo. Tiene un pensamiento precario, sin lógica ni racionalidad reflexiva. Ese ser-hacer está en toda la clase política: líderes, dirigentes, activistas y la fauna diversa; a ratos de ridículas tonterías, extraviada y perdida, en malos payasos de la Asamblea Nacional.
Local y nacionalmente no les interesa adquirir, tardíamente, las reglas y conocimientos básicos de decencia y ética política. Sus excepciones confirman la regla. Tienen un karma maligno y tóxico que pervierte y destruye la democracia. No lo inicio el PhD de la vulgaridad y la indecencia ética de Bélgica. Tiene medio siglo, y últimamente se ha profundizado. Ahora hay más caretucos, con títulos académicos de universidad de garaje, que exhiben un “pensamiento salvaje” (Levi-Strauss, 1962) prelógico, vacío y banal, sin ideas ni acciones positivas. Solo tienen conductas y hechos reñidos con la más elemental racionalidad jurídica. Casos como el de 47 asambleístas hijos de un partido y proyecto político, que creó e impuso el texto constitucional del 2008, lo ignoran en sus elementos básicos y muestran el extravío de ese colectivo de malos alumnos de Jirafales, antes que hombres y mujeres presentables.
Son caníbales políticos de mirada torcida y concepción corta, extraviada, y grandes ambiciones. Carecen de una racionalidad mínima que les permita crear un programa-proyecto de país democrático. Disfrutan y les excita ser creadores de inestabilidad absurda y tonterías propias de “animales puros” (P. J. Vera, 1946) de la política. Cerrados a la lógica, enemigos de la ética y truhanes de la indecencia, que no tienen destino cierto, seguro y válido, con un ADN que profundiza los conflictos para no resolverlos democráticamente. Solo muestran un agudo analfabetismo político, constitucional, jurídico y democrático. Cierto, hay crisis, inseguridad, pobreza, desempleo, marginalidad, exclusión y descontento social, pero ellos no ofrecen al país salidas, soluciones y mecanismos de tratamiento de los conflictos sociopolíticos. Son actores salvajes a quienes les interesa solo su bolsillo y hacer del país una nación y democracia fallidas. Son prueba de la narcopolítica mafiosa, como decía Pancho Huerta, y de una ley de partidos destructora.