Bicentenario: ¿fiesta o repensarlo?

Avatar del Willington Paredes

Pero aun así es necesario intentar hacer algo distinto que un rito tradicional.

Es imposible creer que en la historia y en la historiografía (como su discurso teórico, explicativo y narrativo) se proponga rememorar hechos y eventos de transcendencia histórica, sin que se produzca el “rito de celebración”. Esta “fiesta”, generalmente, motiva, compromete y moviliza la ciudadanía de sociedad e instituciones. Por eso Estados, gobiernos locales e instituciones se involucran e incluyen en la colectividad. Todos buscan autoreconocerse e identificarse ideológica y socioculturalmente con la comunidad que “recuerda y celebra” el hecho histórico.

Por esto, inevitablemente todos son conducidos a implicarse en ese proceso y rito de “fiesta”. Sin embargo, reducir cualquier rememorización de un hecho histórico (especialmente los de gran transcendencia como la Independencia de Guayaquil, por cuya ruta se conquistó la del país) a una “fiesta” local y ciudadana, constituye un riesgo de empobrecimiento. Tal acción pone en peligro la atención preferencial que debe tener la consciencia sociopolítica e ideológica, así como la memoria histórica de la ciudadanía que rememora.

En la historia e historiografía local (en especial cuando son copadas y cooptadas por creencias) predomina aún el canon y relato tradicional. Este ejercicio ideológico, poca o ninguna atención presta a las ideas políticas, doctrinas filosóficas y ejes vertebradores de la cultura de los actores políticos y sus élites. Tampoco se atiende a la memoria histórica-social. Así no se comprende lo que es la memoria cívica y política ciudadana, como proceso-producto en continua construcción y revisión. Por eso es difícil plantear algunas ideas que vayan a contracorriente de esa tradición y ritualidad, pues no solo tiene muchos años, sino que se refrenda en los textos escolares, en las típicas celebraciones que han sido consagradas desde un discurso docente tradicionalista.

Sin embargo, es preciso plantearlo para que el bicentenario no sea una fiesta de inauguración de monumentos sino un proceso ideológico, político y cívico de reescenificación y reposicionamiento de la memoria histórica y de la consciencia política libertaria de los guayaquileños. Pero aun así es necesario intentar hacer algo distinto que un rito tradicional.