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Banalidad del mal y política nacional

Avatar del Willington Paredes

¿Cuánto el Ecuador sano podrá soportarlos para reencontrar rumbo cierto y orientarse hacia un futuro democrático?

“La banalidad del mal” (Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, 1963) es una obra que define las acciones oscuras, siniestras y destructoras del fascismo. Se refiere al modo cínico, perverso y terrorista de hacer política. En el país, similarmente, hay un colectivo de hombres y mujeres irracionales, sin preparación, que destruyen la democracia. Los hechos y eventos actuales (desde 2007 y antes) se profundizan. En efecto, es banal, mafioso y delincuencial el pensar-actuar de esos líderes y creyentes interesados solo en su “prestigio y honor” antes que en las necesidades y demandas ciudadanas. Su patológico egocentrismo es destructor, diabólico y malvado, sin preocupación por el pueblo en inseguridad, desempleo, pobreza, terrorismo, mala salud, educación, etc. Solo buscan que en cada elección se los vea como la salvación y mesías, pero todos saben que son los causantes de la actual situación de terror y sufrimiento del país. Han convertido a la política nacional en banal, tóxica y destructora. Son pandillas de líderes, intelectuales y burócratas acartonados, con fanáticos creyentes. Algunos llegaron al poder y saquearon los fondos públicos, desmantelaron los servicios de inteligencia y pactaron con la narcopolítica. Hay banalidad del mal cuando jueces liberan narcotraficantes y resuelven devolver el salario a un vicepresidente ladrón. Hay banalidad del mal en la política cuando un colectivo de asambleístas es incapaz de argumentar jurídica y racionalmente. Solo vocalizan absurdos y estupideces, para tomarse el poder. Hay banalidad del mal en la política cuando jueces y fiscales son cotizados y comprados por mafiosos y delincuentes. Hay banalidad del mal en la política del país cuando líderes, partidos, dirigentes y seguidores anteponen sus intereses a la sociedad. Hay banalidad del mal en la política cuando prestigiosos jueces llaman a muchos asambleístas “analfabetos constitucionales”. Hay banalidad del mal cuando se amnistía a delincuentes con desvergüenza, con hechos, procesos y personajes que prueban la existencia de políticos tóxicos y dañinos. La pregunta es: ¿cuánto el Ecuador sano podrá soportarlos para reencontrar rumbo cierto y orientarse hacia un futuro democrático? Salir de ellos pronto es una tarea cívica.