Retiro, vergüenza y asesinatos

Otra “guerra civilizatoria” de Occidente en Oriente es un fracaso y retiro vergonzoso. Con efectos colaterales de esas “singulares ocupaciones”. Ayer en Vietnam (1955-1975), hoy en Afganistán (2001-2021) pierden. Son fiascos sonados y continuos de las guerras de baja intensidad. Como ayer, ingleses en la India (1858-1947), el Tío Sam se va luego de 20 años de buscar terminar con el terrorismo talibán, sin lograrlo. No pudieron imponer democracia, instituciones y principios liberales. El fundamentalismo islámico pudo más que eso y dos billones de dólares. La “razón religiosa” venció a la razón imperial. No fue guerra religiosa sino venganza. Explicable pero no justificada. Lo más importante no fue lo que no pudo hacer sino el efecto que en la población afgana, especialmente las mujeres, queda hoy. Está en redes sociales, crónicas de prensa y tomas de TV, que denuncian angustia y desesperanza de amigos y de sus aliados. Lo peor no es eso sino los feminicidios que se darán por el retorno de los talibanes. Para ellas todo será regresivo. Volverán sus cuerpos y destinos a propietarios machistas. No tendrán palabra, voz, rostro ni queja. Sobrevivirán con miedo y angustia de morir al día siguiente. Ya algunas fueron asesinadas en la vía pública por ir con el rostro descubierto. Ya no leerán el silabario. Si aprenden a leer y escribir será un milagro de Alá. El retiro de EE. UU. las deja ante el terror, tortura y muerte religiosa impuesta por maridos o seguidores ortodoxos de la tradición. A los yanquis no les llegarán el dolor, lágrimas, sangre y muerte que se tomarán calles, hogares, aulas y cualquier otro lugar. Recordarán los poemas de Nadia Anjuman (1980-2005), estudiante de la Universidad de Herat, periodista y poeta, a quien el marido, “académico y profesor” de esa universidad, junto con familiares, mataron por publicar un libro. Repetirán con ella: “Llevo mucho tiempo en silencio, / pero nunca olvidé la melodía/ que no paro de susurrar. /Las canciones que brotan de mi corazón/ me recuerdan que algún día/ romperé la jaula. / Volando saldré de esta soledad/ y cantaré con melancolía. / No soy un frágil álamo/ sacudido por el viento. / Soy una mujer afgana/ entiéndase pues mi constante queja”.