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Discrepar y coincidir para reecontrarnos

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"El caudillismo, caciquismo, clientelismo y populismo se nutren, como larvas venenosas, de sociedades que no resuelven adecuadamente sus diferencias"

Toda sociedad es unidad de diversos en lo económico, social, político, étnico y cultural. Así es el mundo, la vida y la realidad planetaria. En lo sociopolítico, las diferencias se hacen discrepancias, fraccionamientos y confrontaciones cuando no son conocidas, asumidas y resueltas. 

Partidos y líderes son especialistas en hacer luchas fratricidas de las diferencias, que son destructoras cuando los esquemas mentales, socioculturales y psicológicos tienen estereotipos de razón y comprensión: izquierda, derecha y centro. No se aceptan matices ideológicos-políticos. Se rompen vínculos básicos con la sociedad, ciudadanía y la solución a los problemas. 

El caudillismo, caciquismo, clientelismo y populismo se nutren, como larvas venenosas, de sociedades que no resuelven adecuadamente sus diferencias; las polarizan y confrontan. El correísmo corrupto hizo eso. También el populismo y clientelismo. Introducen la lógica siniestra del maniqueísmo (bueno y malo). El jefe de la mafia prófugo manipuló esto en la escena pública y social. 

Los resultados electorales lo reflejaron: un país polarizado. Pero 17 millones de ecuatorianos, con todas nuestras diferencias, nos reconocemos en el himno, escudo, bandera y multiplicidad de signos y símbolos que han construido la unidad nacional en medio de las diferencias y discrepancias. 

Los etnocentrismos y fundamentalismos étnicos-ideológicos conspiran contra cualquier acuerdo nacional que supere las diferencias. Por esto, al nuevo presidente le costará mucho deshacerse de la pestilente influencia de quienes exacerban las diferencias hasta hacerlas contradicciones y confrontaciones. Su llamado es certero. Pero lo hace en una selva y zoológico donde todos quieren rugir y reinar. Muchos quieren ser la mejor vedete y el centro del poder. 

Este es el difícil camino por el que se debe transitar. No olvidemos que la gobernabilidad, real y positiva, nace de la relación del poder con la ciudadanía y no con los dogmáticos, fanáticos del rugido permanente.

Una sociedad civil escuchada, atendida en sus problemas y necesidades es el mejor aliado para la gobernabilidad. Hágalo presidente, porque en la jauría parlamentaria hay poco oxígeno para coincidir con diferencias y discrepancias.