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La vacuna contra coronavirus
En marzo, iniciará en Ecuador la vacunación contra la Covid-19.Ilustración Miguel Rodríguez

Hay vacuna, no victoria

En enero próximo, 50 mil dosis de Pfizer y BioNtech tendremos en Ecuador para los grupos de primera línea de combate a la pandemia.

En otras circunstancias hoy tendría en mi casa un nuevo domingo de fiesta, al celebrar el tercero de adviento. Me quedo con las ganas y las panderetas guardadas. Admito la necesidad de ser responsable y coherente con esta segunda ola de COVID-19 que nos llegó con muerte, enfermedad y llanto.

No podemos cantar victoria porque más de una vacuna está siendo aplicada en el mundo. Londres calificó al 8 de diciembre como ‘día histórico’ al empezar su cruzada por vacunar primero a los profesionales de la salud en centros médicos y a los mayores de 80 años. El logro científico de la estadounidense Pfizer y su socia alemana BioNtech tiene ya reconocimiento de la estrictísima FDA de los Estados Unidos, y se asegura que luego de la aplicación de la segunda dosis, 21 días después de la primera, su efectividad será del 90 %, todo un récord si hablamos de vacunas.

En enero próximo, 50 mil dosis de Pfizer y BioNtech tendremos en Ecuador para los grupos de primera línea de combate a la pandemia, empezando por los profesionales de la salud y adultos mayores en centros geriátricos. El ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, ha dicho que la vacunación general arrancará en marzo y ha anunciado que se contará con 18 millones de dosis, de diferentes laboratorios pero calificadas debidamente. Por lo tanto, es necesario un esfuerzo para no abandonar los cuidados, pues como lo han dicho los científicos, la vacuna no significa haber vencido al coronavirus.

Solo que nuestros médicos y enfermeros están agotados, los jóvenes aburridos, los ciudadanos que hemos permanecido sin contagio vamos creyéndonos superdotados… Y no hay tal. Tenemos una carrera de resistencia, no la abandonemos, más aún cuando debemos enfrentar el gran desafío de celebrar Navidad y Año Nuevo con pandemia.

Se lo digo a mi hija de todas las formas, se los digo a mis hermanos y sobrinos, me lo digo a mí misma cuando estoy a punto de ceder a la tentación de armar una reunión. Al ser casada con un suizo, podrán imaginar cómo su férrea disciplina pone freno a todos (o casi todos) mis ‘olvidos’ latinos. Pero las señales abundan y no son buenas señales.

La segunda votación del martes último para aprobar la Ley de Extinción de Dominio en la Asamblea, reunida virtualmente en pleno, se suspendió abruptamente al conocerse la muerte del legislador Bairon Valle, por COVID. Tenía 54 años y había sido hospitalizado en Guayaquil.

El mismo día de su fallecimiento, las autoridades de salud contabilizaban 508 nuevos casos de COVID en el país en solo 24 horas, elevando casi a 200 mil el número de contagiados.

Permanezcamos en casa mientras podamos, con las personas que normalmente vemos. Dejemos este año las fiestas, las pastorelas, las posadas navideñas. Hagamos a los jóvenes entender, pues suelen ser ellos los mayores focos de contagio, aun sin querer.

Leo a los expertos recomendar que siempre que sea posible, nos reunamos al aire libre, en lugares abiertos y con máximo aforo. Diez personas sería lo ideal. Se nos pide mantener las mascarillas permanentemente. Y al momento de comer, convendría apartar a los vulnerables, es decir los mayores, los padres y abuelos, los que padecen enfermedades o tienen una gripe. Extremar los cuidados debe tomarse como un acto de amor.

La icónica actriz Ingrid Bergman dijo un día que “la felicidad es tener buena salud y mala memoria”. No serán pocos los que le darán la razón. ¡Cuidémonos!