Sophia Forneris | El Teodoro Maldonado: corrupción en la salud

Combatir la corrupción en salud no es un lujo moral: es cuestión de supervivencia para hospitales históricamente abandonados
Una buena administración es, sin duda, crucial para que un hospital funcione y cumpla su misión: salvar vidas con atención digna y de calidad. Es la columna vertebral que sostiene operaciones eficientes, garantiza estándares médicos y hace rendir cada dólar.
Aunque muchos creen que la corrupción en el sistema de salud es un problema local, la realidad es mucho más grande. Cada año se pierden, a nivel mundial, 500.000 billones de dólares en salud por culpa de prácticas corruptas. Y no debería sorprendernos: los sistemas de salud son terreno fértil para la corrupción por la cantidad de actores, la complejidad, la fragmentación y la cadena de suministros que cruza fronteras.
La corrupción se infiltra en todos los niveles: desde agencias gubernamentales hasta consultorios, desde licitaciones infladas hasta medicinas vencidas. Cada país tiene sus propias motivaciones y vacíos legales, por eso copiar estrategias de otros no basta: necesitamos soluciones que entiendan nuestra realidad y no solo llenen auditorías de papel.
Combatir la corrupción en salud no es un lujo moral: es cuestión de supervivencia para hospitales históricamente abandonados. Pero esto solo será posible si los directores de esos hospitales públicos se levantan de sus escritorios y deciden hacer más que recibir un cheque a final del mes. La transparencia, la eficiencia y la rendición de cuentas no son palabras bonitas: son la única forma de asegurar que estas instituciones duren y, sobre todo, funcionen.
Un hospital que realmente salva vidas necesita todo: buena administración, liderazgo con carácter, personal capacitado y bien pagado, comunicación clara, cuentas en orden, tecnología que sume, cumplimiento de la ley y una cultura centrada en el paciente. Y especialmente algo que aquí parece ciencia ficción: consecuencias graves para quien robe lo que es de todos.
No esperemos más. Si de verdad queremos un sistema de salud que no esté podrido, comencemos ya. Si me preguntan, empecemos por el caso del Hospital Teodoro Maldonado.