Columnas

La vida no es un juego

'Prioridades al revés: el problema de quienes creen que el lucro de un club está por encima de un bien público'.

14H00 de antier. Un panel de reporteros le pregunta al presidente del club de fútbol Delfín sobre la posibilidad de jugar partidos a puerta cerrada, o suspenderlos, para evitar el contagio masivo del coronavirus. El dirigente dice que perderían dinero, que igual hay que pagar a los jugadores, que sería perjudicial. Nadie le repregunta si eso no es poner el interés de un club antes que la seguridad ciudadana. Eso sí, le agradecen haber auspiciado a un grupo de ellos para ver en Brasil un partido de la Copa Libertadores.

Prioridades al revés: el problema de quienes creen que el lucro de un club de fútbol está por encima de un bien público.

Mientras Italia se aísla y prohíbe a sus habitantes trasladarse dentro del país; y en Madrid se cierran escuelas y colegios por 2 semanas; y en Nueva York se blinda un condado de un millón de habitantes; y universidades emblemáticas como Harvard (EE. UU.) o Coimbra (Portugal) darán clases solo de modo virtual o las suspenderán. Mientras en Europa se aplaza una liga o se ordena jugar sin público en varios torneos; y megacitas como los Juegos Olímpicos o la Eurocopa 2020 penden de un hilo, en Ecuador hay dirigentes que no ven más allá de sus bolsillos. Y periodistas que, felices, les hacen coro.

Habría que mostrarles la lección que, el mismo día, dio el técnico del Liverpool, Jürgen Klopp, a un reportero que viajó para ver un partido de la Champions. “Eso es exactamente lo que no me gusta. Que me preguntes (por el coronavirus) pero vueles desde Madrid. Quédate allá. Cerraron escuelas, universidades… ¡pero tú piensas que el fútbol vale la pena! Algunas cosas son más importantes que el fútbol…”. O la de Richard Hatchett, el mayor infectólogo del Reino Unido: “es la enfermedad más aterradora con la que me he encontrado. (Pero) lo que pase con ella depende, en realidad, de nosotros”.

Prevención y control. Porque el fútbol es una pasión hermosa, un arte, un colosal negocio, “la única religión que no tiene ateos” y todo lo que ustedes quieran. Pero no es la vida. El fútbol es un pequeñísimo matiz: la vida es todos los colores. El fútbol no es la vida. Y la vida no es un juego.