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Lo que se juega en Ucrania

Avatar del Rubén Montoya

Allí se juegan dos modos de entender la libertad y los derechos humanos: o los controlamos los ciudadanos, o lo hacen unos burócratas totalitarios desde el Estado...’.

Ucrania no está tan lejos y su tragedia nos atañe. Hay que insistir y no para que nuestra conciencia se espante un instante por los horrores de la guerra: sociedades destrozadas, violencia sin límites, personas rotas de por vida, el progreso que costó décadas construir hecho añicos en el segundo que tarda en explotar una bomba asesina.

La invasión a Ucrania nos trasciende. Primero humanamente: allí se está acorralando y asesinando a seres que tienen un corazón igualito al que nos habita el pecho. Y por si eso no alcanza: allí se discute el sentido de civilidad que debe animar el siglo que será de la luz o la locura final. La autodeterminación de un pueblo, en este caso de querer arrimarse a la Europa democrática, no puede sucumbir ante la sed imperialista de Vladimir Putin, un exagente de la siniestra KGB hoy convertido en el zar.

Suele ser simple la verdad tras la verborragia geopolítica: Ucrania mira a Europa, cuyo cordón de seguridad la protegerá cuando sea parte de la OTAN. Y tiene todo el derecho de hacerlo. ¿Cuál tiene Rusia de invadirla? Ninguno. Putin no ha ocultado desde hace 20 años su deseo de restablecer el poder que tuvo su país cuando controlaba el Este del planeta: la nostalgia del imperio soviético lo motiva. Y la gran riqueza de Ucrania (“granero de Europa”, para empezar) es su gasolina.

Si el zar lograse su propósito, reverdecerá la zona de influencia, con China como taimada garante de la nueva Guerra Fría. Los chinos, debemos recordarlo, hace poco se pusieron de su lado para enviar a EE. UU. y Europa un claro mensaje de que esa guerra no es de dos naciones. Y es verdad: allí se juegan dos concepciones del mundo, dos liderazgos planetarios, dos modos de entender la libertad y los derechos humanos: o los controlamos los ciudadanos, o lo hacen unos burócratas totalitarios desde el Estado.

Putin debe ser aislado al máximo y Ucrania recibir cuanta solidaridad económica y humanitaria sea posible. Con él deben quedar solo los sátrapas como Maduro u Ortega. Todos los que aborrecemos la guerra y a sus desalmados promotores estamos al otro lado. Todos los demás somos Ucrania.