Guitarreada con el diablo

Su dios verdadero, ante el que se inclinan reverentes y le ofrendan sus decisiones políticas, públicas y hasta personales, se llama dinero. Di-ne-ro
“Una cosa es con violín y otra con guitarra”, dice el refranero popular para referirse a los cambios bruscos de conducta u opinión de alguien. A ciertos políticos que fueron oposición y, luego, son Gobierno les calza perfecto. Lo que ayer era malo hoy es bueno. A fin de cuentas, Dios y el diablo son parientes.
El mismo Guillermo Lasso que reclamaba la sumisión del gobierno de Rafael Correa a la billetera, perdón, a la inversión económica de los chinos; el mismo que condenaba el sistema político opresivo y violatorio de los derechos humanos que los discípulos de Mao Zedong aplican a su población, hoy hace lo que antes criticó. El sumiso ya no sería (solo) Correa: el Lasso candidato, el del violín, ahora toca guitarra.
El hoy presidente acaba de firmar una declaración con su homólogo de la República Popular China, Xi Jinping, en la que “reafirma su firme adhesión al principio de una sola China… y felicita al Partido Comunista”, que lleva 72 años en el poder.
O sea: apoya a la China que invadió el Tibet y se le cae la baba por anexarse Taiwán (su Constitución lo considera parte de su “sagrado territorio”). Apoya a esa China que declara su deseo de profundizar “el acceso al internet de sus habitantes”, pero en la práctica se los cercena; censura contenidos como le apetece; persigue a los disidentes o simplemente los desaparece. Apoya, en fin, al régimen que antes calificaba así: “yo respeto los derechos civiles, los derechos humanos, la libertad individual y sin duda que el modelo político chino viola todos esos principios”. ¡Qué bien que suena con violín!, ¿verdad?
Ahora hay que negociar con la China que financió gran parte de la obra del correísmo (US$ 11 mil millones entre 2010 y 2017 bajo la mañosa modalidad de “yo te presto, pero yo hago la obra”). Ahora toca archivar los ¿principios?
Occidente tiene un talón de Aquiles: para muchos de sus habitantes, su estatua de la Libertad no son los derechos humanos ni las libertades. Su dios verdadero, ante el que se inclinan reverentes y le ofrendan sus decisiones políticas, públicas y hasta personales, se llama dinero. Di-ne-ro.
Y China lo sabe…