Y ya no faltará un 8 de Marzo

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La covacha es minúscula y pertenece a una hacienda que los curas traspasaron a gamonales de Pesillo, al norte de Quito.

La imagen es estática: la mujer que habla tiene las arrugas como surcos, la boca desdentada, las manos en piel y huesos. El poncho que la cubre está roído; el cabello hirsuto, descuidado. La covacha es minúscula y pertenece a una hacienda que los curas traspasaron a gamonales de Pesillo, al norte de Quito. Es 1969. Ella habla con una fuerza que parece venirle de siglos. “Aunque esté muerta todavía he de estar luchando. Yo no tengo más que sangre en mi pecho. (Pero) tengo hijos asiiiií, como granos de quinua…”.

Se llama Dolores Cacuango y es la indígena valiente que luchó por la dignidad de sus hermanos. Que no los maltraten más, que no los exploten, que les enseñen en su lengua, que los alfabeticen. ‘Mamá Dolores’ es un buen ejemplo para recordar el 8 de Marzo.

Como ella, mujeres insignes han sido relegadas al olvido porque la historia suelen contarla los vencedores, o sus escribanos de alquiler. Pero sin ellas, sin los cauces de libertad que abrieron, hoy tendríamos una democracia más imperfecta, menos justa.

Y no solo aquí. Me pregunto si EE. UU. honrará como se debe a Rosa Parks, quien desafió las leyes de segregación y se negó a ceder su asiento en el bus a un blanco, en 1955. Sin ella, Obama no habría sido presidente. Y él lo sabe.

O si en Inglaterra recordarán a Emmeline Pankhurst, la pionera del derecho femenino a votar, inspiradora de nuestra Matilde Hidalgo, por cuya lucha sufragan las ecuatorianas desde 1929.

O si en toda África saludarán a Wangari Maathai, Nobel de la Paz 2004, la mejor activista de la reforestación mundial: “Plantar un árbol es más que eso: es plantar paz y esperanza”.

O si nuestras jóvenes valorarán el legado de Ana Frank, de Greta, de Malala…

Algún día la historia la contarán las mujeres. Es inevitable. Será como si se tejiera un tapiz en tercera dimensión, y tendrá las voces de Édith Piaf y Mercedes Sosa, el estilo de Coco Channel, el coraje de Juana de Arco y Oriana Fallaci, el genio de Marie Curie, la pasión de Dolores Ibárruri, la lucidez de Simone de Beauvoir. Y los trazos hermosos, multicolores, de Frida Khalo.

Será algún día. Y ya no hará falta ningún 8 de Marzo.