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Una emergencia inservible

Avatar del Rubén Montoya

Los múltiples tentáculos del narcotráfico van camino de someter al Estado y sentar las bases de su negocio de adicción y muerte...

Ha pasado más de medio año desde que el Gobierno decretó Estado de Emergencia para atender la grave crisis carcelaria. Tal como sucede generalmente, el presidente Guillermo Lasso actuó de modo reactivo; y ante la magnitud de los motines sangrientos nos vendió la idea de que la presencia militar en los centros penitenciarios solucionaría el problema.

No parece ser así. Empezando porque esa crisis es solo una parte del mayor problema que tiene la sociedad ecuatoriana (y sigue sin darse cuenta) en la actualidad: el narcotráfico. Y lo es porque sus múltiples tentáculos van camino de someter al Estado y sentar las bases de su negocio de adicción y muerte. El año pasado batimos récord de captura de estupefacientes (210 toneladas, como para drogar a medio millón de personas durante todo un mes) y al paso que vamos podríamos batirlo una vez más. Y por si no lo saben: somos ya el segundo país más violento de Sudamérica... ¡Sí se puede!

El negocio narco devora lo que se le pone por frente: seduce a ejércitos de consumidores y los vuelve suyos; corrompe a la justicia y la somete por la extorsión o la compra; se sirve por igual de testaferros, generales o abogados enloquecidos por el dinero; dispara los índices de inseguridad porque florecen el sicariato, los asaltos, o las "vendettas" entre bandas rivales que se disputan territorios de venta como si fueran chocolates que caen de una piñata...

¿Qué han solucionado los agentes castrenses del Estado? En la Penitenciaría de Guayaquil, para citarles un ejemplo, poco y nada. Allí hay 12 pabellones y cada uno de ellos tiene 4 alas, que son controladas por lugartenientes del crimen organizado. O sea: 48 comandantes de ala, que no necesitan uniforme ni galones de rango para imponer la ley que sigue vigente: controlan la seguridad, venden protección contra ellos mismos, distribuyen por igual jabones, droga o galletas. Todo a precio de gasolina súper... 

Lo diré una vez más: en las cárceles, el Estado ecuatoriano es un invitado de piedra que simula controlar lo que no sabe cómo. Enviar militares fue y será una maniobra artificiosa destinada a calmar los ánimos sociales. Y nada más.