Rubén Montoya Vega | Justicia: la primera piedra
Muchos, demasiados de nuestros jueces y fiscales son seres oscuros que han perdido el norte
Hace poco el país decidió, al contrario de los vaticinios y las encuestas amañadas de todos los profetas que lo infestan, que no era tiempo de una nueva refundación. Habría sido la vigésimo primera, porque si en algo ha sido prolífica nuestra historia es en parir corrupción o constituciones.
Y si los que en democrática hora lo gobiernan escuchasen los mandatos silentes que esa decisión sugiere, entonces deberían dar algún pequeño paso mostrando respeto por sus órdenes. Les sugiero uno y sé que es ingenuo: no interferir en la elección del nuevo fiscal general del Estado.
Uno de nuestros graves errores es no entender la importancia sustancial de tener un sistema de justicia independiente. Las ventajas de una justicia desligada del poder central son enormes: proteger los derechos humanos, volver cierta la igualdad ante la ley, defender al ciudadano de los abusos de cualquier autoridad, hacer efectivas la transparencia y la rendición de cuentas de los gobernantes…
Nuestro sistema ha sido todo lo contrario y seguimos sin corregir el horror que pasa allí: mercadillo de trámites tarifados; impune guarida de ladrones; reclutador de ineptos cuyo único mérito es obedecer a quien controla su nombramiento y su conciencia. Muchos, demasiados de nuestros jueces y fiscales son seres oscuros que han perdido el norte y dictan medidas o sentencias por miedo o por precio. El nivel de desprecio por la ley que hoy muestra nuestro sistema de justicia es desquiciante. Seguirlo soportando nos hace cómplices.
Ingenuidad pura o torpeza irredimible -como quieran- pero necesito decirla: ojalá nuestro nuevo fiscal general haga respetar la autonomía de su cargo. Hemos tenido tantos que han sido vulgares muchachos de mandados, que a mi memoria apenas viene el virtuoso nombre de Edmundo Durán Díaz para encabezar la lista de excepciones. En cambio, en la de quienes hicieron de la Fiscalía una oficina de persecución y alquiler, los nombres brotan como hongos. Casi todos los de este siglo, por ejemplo.
Ojalá que la primera piedra de la refundación que necesitamos sea recuperar una justicia mínimamente decente. Autónoma.