Rubén Montoya Vega | El negocio del exterminio

La bomba atómica nos mostró que los locos pueden eliminar en un clic al planeta
Fueron dos fogonazos. Hace exactamente 80 años.
En un día como ayer, 6 de agosto, a las 8 y 15, hora japonesa, relampagueó sobre Hiroshima el halo siniestro de la primera bomba atómica lanzada contra humanos. Y en una fecha como pasado mañana, 9 de agosto, un minuto después de las 11 a. m., el monstruo se ensañaba con otra ciudad entera: Nagasaki. Antes de finales de ese año, producto del asalto o sus secuelas, habían muerto casi 200 mil nipones. La Segunda Guerra Mundial sellaba así su ritual de locura.
¿Ha visto alguna vez las imágenes del espanto? Debería hacerlo, aunque nunca podrá observar las descritas por los sobrevivientes: despellejados el rostro, sin cuencas los ojos, la garganta en llamas, la carne colgando de cualquier parte. Las fotos que usted vería son menos horripilantes: mostrarán ciudades fantasmas, pura tierra quemada y humo, desiertos negros en forma de cuadrículas.
Y pese a todo, podría verlas usted porque le atañen. O debería. En las guerras morimos todos un poco, aunque sean a 20 mil km de distancia o nos importen un pepino. Morimos en los crematorios vivientes de Auschwitz. Y también en Pearl Harbor, Vietnam, Hiroshima, Kosovo, Gaza, Kiev.
Lo supo hasta Dwight Eisenhower, máximo líder militar de los Aliados: “cada cañón que se fabrica, cada cohete que se lanza a fin de cuentas significa que se está robando a los que tienen hambre”. Es el mismo ‘Ike’ que pensaba que Japón se rendiría incluso si “Pequeño Niño” (sí, era el nombre de la primera bomba) se lanzaba en despoblado.
La guerra es un negocio perverso. Háganse una idea: EE. UU., China y Rusia (en ese orden) gastaron el 2024 casi tanto dinero como toda la deuda externa junta de América Latina. En un solo año.
Para reflexionar sobre los horrores es que se recuerda a los agostos tristes de la Historia. La bomba atómica nos mostró que los locos pueden eliminar en un clic al planeta; que podemos extinguirnos por mano propia. Oponerse a la guerra, y a los canallas que la alientan, es mucho más que cantar ‘Imagine’. Es militar contra ella a viva voz. Porque la guerra siempre fue un negocio. Y las actuales lo son del exterminio.