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Rubén Montoya Vega | El imperio que gobierna

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El robot ya se estrenó asesorando bien a un suicida. Logró un usuario menos para su genial chat. QEPD

Me parece discutible que la Era Digital sea la cúspide del progreso humano. Que podría serlo es otra cosa, pero lo visto en estos 25 años no llama al optimismo.

Estamos ante un punto inusual de inventos tecnológicos. Veamos: en el siglo XIX se produjeron más cambios que en los 900 años anteriores; y en apenas los primeros cinco años del siglo XX se dieron más avances que en todo el vertiginoso XIX… Y si le creemos al vicepresidente de Tecnología de Google, Ray Kurzweil, “el siglo XXI será el equivalente a 20.000 años de progreso”.

A velocidad de rayo vamos. Si a la TV le tomó 13 años llegar a 50 millones de usuarios, a Internet solo cuatro y a Facebook tres… A WhatsApp también le tomó tres, ¡pero meses! Y esta semana la guinda: OpenAI tardó apenas tres años para conseguir más de 800 millones de usuarios ¡semanales!

Tanto es su increíble poder de colonización (lograda, no lo olviden, sin disparar un arma ni lanzar una amenaza) que Google, otro de los conquistadores del mundo, aterrado por perder adeptos, ahora permite abrir conversaciones con IA. Y lo hace justo cuando el cerebro gris de OpenAI, Sam Altman, reconoce que la aplicación recibe un millón de consultas (sí, leyó bien) de potenciales suicidas cada semana. Por cierto, el robot ya se estrenó asesorando bien a un suicida. Logró un usuario menos para su genial chat. QEPD.

Y todo esto sucede mientras los miles de millones de fascinados con la IA -tan fascinados como estuvieron con los feisbuc, tuiter y wasapes- le siguen permitiendo la entrada a su día a día, su intimidad y su cerebro sin preguntarle nada, sin preguntarse nada, ni mucho menos reclamar por la más elemental, enana, mínima normativa de protección que haga el coloniaje menos vergonzoso.

Que la IA mañana podría curar el cáncer y hacernos vivir 500 años, puede ser y ya veremos. Mientras tanto, Altman y los otros cinco dueños del mundo siguen inflando sus híper-súper-megapolios. Con nuestra inteligentísima venia. Porque ellos son peritas en dulce que no quieren controlarnos como a robots y han creado su imperio, ese sí mandante y planetario, para volvernos a todos más felices…

Sí, claro. Más tontos será.