Rubén Montoya Vega | Carta de amor

Queremos que estés, pero no tanto. Aunque hemos ganado en nuestros metros cuadrados, sabemos que sin ti somos nada...
Querido líder:
Escribimos con una mezcla de sentimientos anudados: temor pegadito al miedo, incertidumbre por no decir angustia, los cuatro pelos que le quedan a nuestra gratitud. Y una pizca moribunda de esperanza.
Todo eso hemos compartido contigo en estos años duros, en los que hemos puesto siempre por delante las sagradas apariencias, ese credo que nos moviliza, esa pasión que nos convoca: lo que falte, que no se note; lo que sobre, que se lo quede uno de nosotros.
Pero hay momentos en que se debe cambiar de táctica, porque si no el proyecto de quedarnos 300 años viviendo del Estado se desmorona, y la estrategia falsea. Y no, querido líder, nosotros ya no estamos para seguir esperando y cargando con todos los aportes. Por eso hemos decidido lo impensable, aunque (te) incomode. Y nos dé tembladera.
Queremos que dejes de ser el Gran Faro y no sabemos cómo decírtelo. Te necesitamos tanto, te tememos tanto, nos has ninguneado tanto, que ya no sabemos ni cómo hablarte. Queremos que estés, pero no tanto. Aunque hemos ganado en nuestros metros cuadrados, sabemos que sin ti somos nada, que podemos hacer el ridículo si nos lanzamos solos, que hace frío fuera de tu manto. Y eso no puede ser, querido líder. Por eso te llamamos a guiarnos sin opacarnos; a darnos directrices en corto, sin sermones a la cofradía; a elegirnos a nosotros para el próximo reto y no a una advenediza que no queremos ni nombrar. O no nos atrevemos.
Ya no es hora de los y las señaladas a dedo: es hora de las y los señalados a mano. Como nosotros, que somos cinco dedos, pero cerrados como un puño. Porque el futuro, querido líder, está en nuestras manos. Bueno, en nuestra mano.
Esperamos que lo tomes bien y no nos regañes, como es tu costumbre. Y si lo haces, que sea en privado, y si es en público que sea en voz baja, como a quienes te dicen sí, sí, sí, siempre sí. Hoy te decimos no. Porque decirlo también es amar. Y nosotros y nosotras te amamos con ese amor que convive con su reverso.
Queremos que estés y que no estés. Y que nos digas cómo mismo harás para lograrlo. Porque sin ti, querido líder, perdemos. Y contigo como faro, también.