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Objetivo uno: conciliar

Avatar del Rubén Montoya

"Tolerancia cero a la corrupción. Cero es cero. Objetivos puntuales y medibles. Colectivos: los intereses de grupo que hagan fila..."

No hay mejor orador que el triunfo. Y en la nave del ganador caben todos, incluso los que habrían dado mucho por verlo derrotado. Vencedor nítido en la última lid electoral, el presidente Guillermo Lasso vive días colmados de buenos deseos y parabienes, hasta de sus adversarios más duros: los lobos vestidos de ovejas (y bien les queda). Está bien y se valora el gesto, porque el reto que él comandará y enfrentaremos todos requiere sumar fuerzas. Pero la historia en Ecuador enseña que del dicho al hecho hay un tramo de piedras.

Cualquier ejercicio de gobernabilidad que Lasso quiera ejecutar parte de una base, en principio, endeble. Si bien él logró remontar la más larga distancia que haya enfrentado a dos finalistas, su poder real muestra cifras que lo obligan a consensuar: es el presidente elegido con el menor porcentaje de votantes (43%) desde el retorno a la democracia. Por entonces, Jaime Roldós obtuvo el 61% de los votos.

En números redondos, 1 de cada 3 ecuatorianos lo eligió, otro votó por su rival y otro optó por abstenerse o anular. No es mucho. Y en la Asamblea Nacional tiene una bancada escuálida: 4 veces menos asambleístas que el correísmo y ni la mitad de los que posee Pachakutik, su aliado con saliva… Su tarea luce enorme y desproporcionada. Y, sin embargo, posible.

Hay quienes creen que la clave pasa por elegir un hábil ministro de Gobierno, de los que negocian y mueven como Shakira la cintura: es la receta del país viejo que debemos enterrar a mil metros bajo tierra. La clave, y pienso en el Chile pos-Pinochet, es fijar una agenda mínima y concertada. Las metas altas, los mensajes claros, los gestos implacables: no al compadrazgo ni a la mediocridad, no a los proyectos faraónicos ni al reparto. Tolerancia cero a la corrupción. Cero es cero. Objetivos puntuales y medibles. Colectivos: los intereses de grupo que hagan fila.

Las grandes metas requieren primeros pasos contundentes; las que necesita el país exigen ceder, pero nunca lo esencial. Acuerdos cuyo norte sea la justicia social pasan por ese arte fino llamado conciliar, buscar la coincidencia. Incluso con tu peor rival.