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El silencio cómplice

Avatar del Rosa Torres Gorostiza

Los gobernantes, todos, con su inacción o la de los funcionarios que nombraron, o con su silencio, se han convertido en cómplices de la corrupción

Me resulta inverosímil que un académico, que se jacta de haber participado en altos puestos directivos en diversos gobiernos, pregunte ahora por qué hay tanta corrupción en el país y por qué las autoridades de turno no han hecho nada para cambiar el actual estado de las cosas.

Hay muchas respuestas para esta interrogante, pero la que debe hacernos reflexionar a todos es que somos millones los responsables de la permisión, partiendo desde los electores, que hemos escogido mal a los gobernantes, locales o nacionales, que son los que a su vez han seleccionado mal a algunos integrantes de su gabinete. Como si todo tuviese un efecto dominó, han sido ellos mismos los que han liderado o integrado las redes de corrupción o son los que han mirado hacia otro lado, ignorándolas, a pesar de haber dicho públicamente que estaban luchando contra ellas.

Los responsables políticos han sido, en parte, los presidentes de la República y sus ministros, o gerentes de las empresas estatales, que no fueron capaces de cortar los tentáculos de la corrupción porque, en muchos casos, involucraban a parientes, amigos o conocidos. No hay que olvidaron los casos Dahik y Flores y Miel, en el gobierno de Sixto Durán-Ballén; la Mochila Escolar y la corrupción en la Aduanas, en el de Abdalá Bucaram; el piponazgo en el Congreso, en el interinato de Fabián Alarcón; el feriado bancario en el de Jamil Mahuad; el peculado en la CFN, en el de Gustavo Noboa; la corrupción de Patricio Acosta y Renán Borbúa, en el de Lucio Gutiérrez; el peculado en Andinatel en el de Alfredo Palacio; el caso Odebrecht, la Refinería del Pacífico, Arroz Verde y otros en los gobiernos de Rafael Correa y Lenín Moreno; y la mafia albanesa en el de Guillermo Lasso.

 Los legisladores también son responsables, porque muchos han estado involucrados en actos de corrupción y otros hicieron poco para combatirla, partiendo del hecho de que con sus votos no permitieron la aprobación de proyectos de ley que habrían ayudado a este cometido, o estos duermen el sueño eterno en el archivo legislativo.

Hay miles de ejemplos con los que se puede explicar por qué los corruptos siguen libres, gastando lo mal habido, y apropiándose de los recursos públicos. El silencio también los convierte en cómplices.