Columnas

Una oscuridad que encubre

Guayaquil necesita de la ejecución de un plan integral, que involucre a todos los ciudadanos y a todas las instituciones, y eso incluye a la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL)’.

La sensación de inseguridad que genera la escasez de alumbrado público en Guayaquil se siente aún más después de las diez de la noche, cuando baja la circulación vehicular y deja al desnudo, por un lado la deficiente potencia eléctrica de las luminarias del servicio público, y por otro la falta de controles nocturnos.

Después de la medianoche, cuando se puede circular de norte a sur en máximo media hora, las luces bajas hacen entrar a la urbe en una especie de niebla que va cubriendo poco a poco los espacios de luz, hasta dejar ciertos sectores en la más grande penumbra porque los focos están quemados o las lámparas tienen daños.

Da la impresión de que todo se ha dispuesto para crear una atmósfera de encubrimiento del crimen y el descontrol. Hasta los propietarios de grandes y pequeños negocios y viviendas aportan a ese escenario de oscuridad porque apagan las luces exteriores, y esto no contribuye en nada a la protección individual.

El Gobierno central y el local se desgañitan periódicamente en exponer sus aportes a la seguridad, como si con más motos, policías y cámaras fueran a solucionar el gravísimo problema existente.

Guayaquil necesita de la ejecución de un plan integral, que involucre a todos los ciudadanos y a todas las instituciones, y eso incluye a la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL), al Municipio, a los contratistas y hasta a las fundaciones municipales, como Siglo XXI, encargadas de la regeneración urbana, que deben empezar a pensar más en la iluminación.

Además de la altura de los postes y la distancia entre ellos, la potencia de las luminarias debe estar claramente establecida en las ordenanzas municipales porque es inadmisible que esta sea alta en unos sitios y baja en otros. Tal parece que la intensidad dependiera de estratos sociales y de si son o no lugares turísticos. Para muestra, lo que ocurre en la avenida 9 de Octubre y otras calles del centro, donde la penumbra reina en las noches.

¿Cómo van a abrir los negocios en calles oscuras y desoladas, si saben de antemano que no habrá clientes por la inseguridad? A mayor luz, mayor claridad; eso es lo que necesita el Puerto Principal.