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¿Acta de paz o pago de secuestro?

Avatar del Roberto Passailaigue

Que no hay vencedores ni vencidos y que el único que ganó es el pueblo, son metáforas eufemísticas y líricas.

Bien porque terminó el asedio y secuestro de un Ecuador agredido y vilipendiado. El costo fue la firma de un acta por la que los agresores hicieron sentar al Gobierno en una mesa de supuesto diálogo que resultó una negociación para pagar el secuestro y cese de hostilidades a la nación indefensa.

Que no hay vencedores ni vencidos y que el único que ganó es el pueblo, son metáforas eufemísticas y líricas. Lo real es que un grupo de vándalos doblegaron a un Estado débil y timorato, sentando en primera instancia a las cinco funciones del Estado en una mesa para negociar el secuestro, con el Ejecutivo en cancha inclinada, árbitros contrarios, en un partido con pelota ajena, una lanza en el pecho y machete a la espalda, lo que constituye una aberración jurídica y pésimo precedente. No podrían ser garantes imparciales, el presidente de la Asamblea, cuya intención evidente fue derrocar a Lasso, ni la presidente de la Función Electoral, miembro del grupo secuestrador.

Se unieron en carga montón los observadores ilustres e “ilustras” defensores y “defensoras” de los derechos humanos y “humanas” que, antes de reunirse ya hablaban de violencia y uso excesivo de la fuerza, cuando la Policía y el Ejército salían a las calles sin armas para poner su cuerpo ante las lanzas, machetes, cohetes, armas de fuego, palos, garrotes y piedras de los “pacíficos” protestantes con estrategias de guerrilla urbana. El Gobierno haciendo de cordero amarrado con tigre suelto y los derechos humanos, como siempre defendiendo a los delincuentes.

Después de 18 días de sitio, gracias a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, que demostró su valía, seriedad y respeto (que no debió ser del agrado de los izquierdistas, quienes repudian la Iglesia y religiones) se logró terminar el secuestro y devolver la paz a los 17 millones de ecuatorianos.

Que no hay vencedores ni vencidos, no es así. El único perdedor es Ecuador, con 18 días de inactividad, pérdidas en la economía, producción y comercio, sin autoridad de su Gobierno, con un pueblo secuestrado, agredido, que termina pagando los platos rotos.