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La piedra angular del populismo

Avatar del Roberto Aguilar

“No mires arriba” podría ser la frase que resuma este primer cuarto de siglo poblado de gente tan cochina y despreciable

Algo de bueno debe tener una película capaz de causar incomodidad en tanta gente. “No mires arriba” (Don’t look up), la última producción de Netflix, no será ni remotamente la obra maestra que quieren sus fanáticos, ni siquiera una película tan divertida como aseguran los espectadores propensos a la risa fácil, pero hay que reconocerle un mérito innegable: pone el dedo en varias llagas. Tratándose de un fenómeno de masas de sus dimensiones (se convirtió en pocos días en la película más vista del mundo), es algo que se agradece. El cine, que es un arte, es también muchas otras cosas y tiene formas insospechadas de intervenir en las dinámicas sociales. Por eso no vale apresurarse a juzgar a una película como buena o mala a partir exclusivamente de consideraciones estéticas. Poner dedos en llagas está bien.

Dos astrónomos (Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio) han descubierto que un cometa del tamaño del monte Everest se estrellará contra la Tierra y causará una catástrofe apocalíptica, así que corren a contárselo a la presidenta de Estados Unidos (Meryl Streep). Pero nadie los toma en serio. El manejo de la emergencia, que tiene un plazo fatal (seis meses y quince días), queda sujeto a los cálculos de la política electoral de la presidenta, primero, y luego, cuando se descubre la inmensa riqueza en metales preciosos de la que es portador el cometa, a las especulaciones financieras de los capitalistas. La noticia entra al torrente de las redes sociales convertida en carne de meme y atraviesa los noticieros revestida de una capa de sentimientos positivos y buen rollito propios de la comunicación en estos tiempos.

Negacionistas del cambio climático con su íntima disposición a buscar la contra de las evidencias científica en los argumentos más alambicados; optimistas incurables que profesan la fe religiosa en el progreso lineal e ininterrumpido de la especie humana, tal como lo demuestran las estadísticas que abundan en los libros de Pinker; defensores a ultranza del capitalismo y del concepto de codicia como motor del desarrollo de los pueblos... En una palabra, libertarios de todos los plumajes, se sintieron aludidos por la película de Netflix. Resulta divertido contemplar las acrobacias con las que han salido a denostarla por aburrida, por simplona, por excesivamente larga (lo cual es cierto), en fin, por razones de cualquier tipo menos aquellas que tanto les duele.

Pero en “No mires arriba”, si se la mira con atención, hay leña para todos. La idea más potente de la película reside en su título: “No mires arriba” es la consigna de un movimiento negacionista del cometa que lideran la presidenta de Estados Unidos y los capitalistas que esperan obtener una ganancia. ¿Disparatado? Para nada. “No mires arriba” significa “No tomes en cuenta la evidencia”, “Permanece ignorante”. Es, probablemente, la piedra angular de todos los populismos en tiempos de posverdad. Es Donald Trump diciendo que el COVID no es peor que una gripe cualquiera; Bolsonaro tratando los incendios en la Amazonía como eventos normales y corrientes; Maduro culpando de todos los males de su país a un presunto bloqueo imperialista; los correístas defendiendo hasta el último aliento la supuesta inocencia de Jorge Glas, la idoneidad del sistema Sucre, la existencia de una conmoción social en la semana en que todo el Ecuador se fue a la playa. Negacionismo puro y duro contra toda evidencia. “No mires arriba” podría ser la frase que resuma este primer cuarto de siglo poblado de gente tan cochina y despreciable.