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Pérez patalea y no explica

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Ahora, justo cuando está metido en otro escandalete, sale con que una de esas cosas es mentira pero no dice cuál. Tendrá que ser más específico si quiere que se lo respete

La engrilletada prefecta de Pichincha, Paola Pabón, habla del abrazo entre Bolívar y Martí y se deja arrebatar por el vértigo de la historia. ¿Qué fanesca tiene en la cabeza? A lo mejor cree que el patriota cubano liberó las provincias del Río de la Plata; o se figura que en la entrevista de Guayaquil se coordinó el asalto del cuartel Moncada; o no piensa nada en absoluto porque no sabe nada en absoluto, nomás habla con fingida autoridad e impostado fervor cívico de las luchas libertarias y en su cavidad craneana (como en la de Homero Simpson) un mono de cuerda toca los platillos. Y, frente a ella, asintiendo con aduladoras cabezadas, sonrisa pazguata e indescriptible cara de gil, su empleado Orlando Pérez. Él, que se dice escritor, periodista, intelectual, lleva años poniendo esa misma cara cuando oye hablar burradas a los que lo financian con dinero público. Luego va y le dice a Andersson Boscán que él es capaz de duplicarle los ingresos. Claro que es capaz, así cualquiera.

Sirva lo dicho para que nadie se tome en serio los arrebatos de dignidad herida de quien no la tiene. La querella por “calumnias públicas” que presentó contra Carlos Andrés Vera es una cortina de humo para tapar el escándalo de las contrataciones a dedo en la Prefectura. Y las bravatas del artículo titulado “Yo demando”, que publicó en un medio correísta, son eso: aspavientos.

En ese farragoso escrito Pérez dice haber sido inculpado injusta e infundadamente de un delito atroz que, extrañamente, no menciona. Habla de “una mentira que mancha la vida de mis hijas”. Invoca la Verdad con mayúsculas, apela a la autoridad de la Comisión de la Verdad del correísmo y declara: “Durante más de una década he soportado una inculpación maliciosa, perversa, temeraria y utilitaria para ocultar lo verdaderamente importante de algo que ocurrió hace más de 31 años”. Pero no habla claro. Se le acusa de tantas cosas que es difícil saber a cuál de ellas se refiere.

Está, por ejemplo, la bien documentada historia del secuestro de Enrique Echeverría. ¿Está hablando de eso? ¿Y por qué no lo dice? Yo-nunca-he-secuestrado-a-nadie. Así, con todas sus letras. Y se querella no con Vera sino la revista Vistazo, que es la que contó la historia y publicó su foto. Está también el turbio asunto aquel del crimen pasional (así se llamaba entonces, hoy se llama femicidio) con dinamita. Hay un parte policial que es de dominio público: con su nombre, su foto y la relación de los hechos, que es para morirse del asco. ¿A eso se refiere Orlando Pérez cuando habla de “una inculpación maliciosa”? Pues otra vez: debería decirlo. Así: Yo-no-he-dinamitado-a-nadie. O bien: Ese-parte-policial-es-falso. ¿Lo es? Hace años que circula y nunca lo ha desmentido. Tampoco lo hace ahora.

Más reciente (del 2016) es la historia de la paliza a la novia. ¡Esa mujer tenía moretones en todo el cuerpo! Las fotos se adjuntaron a la denuncia. En ese entonces no lo desmintió, nomás dijo que era un asunto privado. Hoy tampoco lo desmiente, ¿es mentira?

El Ecuador lleva años pensando, sobre la base de información de dominio público, que Orlando Pérez es un secuestrador, un asesino y un pegador de mujeres sin que él diga ni pío. Ahora, justo cuando está metido en otro escandalete, sale con que una de esas cosas es mentira pero no dice cuál. Tendrá que ser más específico si quiere que se lo respete.