Columnas

Y nadie lo detuvo a tiempo

Ya tendrá oportunidad de preguntarse el Ecuador, cuando el nuevo presidente de la Conaie cumpla sus promesas, cómo diantres es que nadie lo detuvo a tiempo

En el sostenido ascenso de Leonidas Iza, dirigente provincial de Cotopaxi convertido en presidente de la poderosa Conaie, quizá lo más notable sea la manera culposa y no exenta de complejos con que medio mundo ha decidido, simplemente, mirar para otro lado.

Miran para otro lado los integrantes de aquel selecto grupo de líderes de opinión, frecuentadores de tertulias radiales matutinas, que de buen grado se reconocerían en el título genérico de “observadores políticos desde la Academia”. Ellos actúan (cosa inaudita en cualquiera que haga cualquier cosa “desde la Academia”) como si Leonidas Iza no hubiera escrito jamás un libro. Se ahorran así de debatir sus tesis más controversiales: la consideración de que la democracia es el enemigo; la reivindicación de la violencia como herramienta legítima para luchar contra la ella; el programa para la construcción de un comunismo indoamericano; la creencia (rayana en el fascismo) en una suerte de dictadura étnica como sucedánea de la dictadura del proletariado... Estos analistas se limitan a hablar vagamente de “las realidades sociales de la ruralidad” o de los “procesos internos de toma de decisiones”, como si diera igual Iza o cualquier otro.

Miran también para otro lado (concretamente lo han hecho esta semana) las influencers más destacadas del feminismo radical, que por lo general no dejan pasar una, y sobre todo aquel aparataje de observatorios, organismos y grupos de presión que velan por la equidad de género en la política, por el respeto de las cuotas de representación y otras causas similares. Causas justas. Pero cuando la Conaie se pasa por el forro el mandato de su propio congreso, que imponía la designación, por primera vez, de una mujer como presidenta de la organización en estas elecciones, nadie dice pío. Si esto ocurriera, por poner un caso, en el municipio de Cuenca, no se hablaría de otra cosa. Parece que aquí aplica una suerte de excepción cultural que permite a los indígenas seguir excluyendo a sus mujeres.

Mira para otro lado la izquierda, como lo ha hecho desde octubre de 2019, cuando se negó a admitir que el levantamiento liderado por Leonidas Iza traía, frente a una tradición de movilizaciones indígenas organizadas por la Conaie, una radical innovación: no la idea de dar un golpe de Estado, tampoco el recurso a ciertas medidas de fuerza como el secuestro de policías o la toma de gobernaciones, ni siquiera el uso de la violencia. Lo sustancialmente nuevo de octubre, que ahora muchos quieren repetir, es que por primera vez esa violencia fue dirigida contra la población civil de las ciudades y no se impuso límites. De una izquierda incapaz de entender esta simple diferencia se espera lo peor.

Mira para otro lado todo el sistema político, algunos de cuyos actores ya hacen cálculos de lo ventajoso que puede resultar el hecho de tener a un Iza agitando el patio. Así el país continúa aplazando la discusión de un tema que ya era urgente en tiempos de Montecristi, a saber: cómo evitar que las herramientas, los procesos y las instituciones de la democracia sean manipuladas para permitir el ascenso al poder de los enemigos de la democracia. Porque Iza es eso y lo admite. Ya tendrá oportunidad de preguntarse el Ecuador, cuando el nuevo presidente de la Conaie cumpla sus promesas, cómo diantres es que nadie lo detuvo a tiempo.