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Iza, enemigo de la Conaie

Avatar del Roberto Aguilar

Está clarísimo. Algo tiene que hacer la Conaie con Leonidas Iza

Es interesante escuchar a la ministra de Gobierno, Alexandra Vela, declarar que Carondelet no desconocerá al representante legítimo de la Conaie; que respetará su vocería oficial; que no pasará por encima de su presidente, Leonidas Iza, ni tratará de dividir el movimiento convirtiendo en interlocutores a otros líderes que podrían resultarle, si no más afines, por lo menos más accesibles. Un Correa, en su lugar, ya estaría corrompiendo a los dirigentes provinciales y creando movimientos paralelos; estaría inventando casos penales por terrorismo y narcotráfico y amenazando con quitarles la casa. Pero claro, Correa era un déspota intratable incapaz de respetar a nadie. Así que lo primero que Iza debiera reconocer en el Gobierno, con una dosis razonable de sensibilidad política y un mínimo de inteligencia, es eso: el respeto.

Respeto que está muy bien, así es como debe ser. Pero que crea un problema. Véase por qué: termina la reunión del lunes en Carondelet y aparecen dos versiones contradictorias sobre lo ahí ocurrido. De un lado, la ministra Vela, el expresidente de la Conaie Marlon Santi y el presidente de la Conaice (Consejo de Nacionalidades de la Costa), Javier Aguavil, celebran las coincidencias entre el movimiento indígena y el Gobierno y apuestan por insistir en el camino de las negociaciones. Aguavil incluso protesta por haber sido (otra vez) casi excluido del encuentro y se pronuncia en completo desacuerdo con el radicalismo oficial en el tema del subsidio a los combustibles. De otro lado, Leonidas Iza, como si hubiera asistido a una reunión diferente, proclama que no hay acuerdo posible y anuncia que convocará a una asamblea general de la organización para contárselo, es decir, para fijar una fecha para el próximo levantamiento. Porque si no hay acuerdo posible no queda de otra. Y resulta que es con Iza, precisamente con Iza (no con Santi, no con Aguavil) con quien el Gobierno tiene que dialogar. Algo debería hacer al respecto la Conaie.

Iza había llegado a la reunión al frente de una multitud de manifestantes unidos tras un cartel que decía: “Octubre volverá”. No iba, pues, a dialogar, sino a cumplir una formalidad que le despejara el camino hacia el próximo levantamiento. Una postura, por lo demás, completamente predecible: solo en un país como el Ecuador, en el que los libros no sirven absolutamente para nada, se puede concebir que un dirigente político escriba, con la ayuda de dos intelectuales orgánicos, 344 páginas sobre su proyecto de acabar con la democracia de manera violenta, si es preciso, y que nadie se lo tome en serio. Así que a Iza no le interesa dialogar sino quemar etapas. En ese empeño, se ha convertido en el enemigo número uno de la Conaie.

¿Quién boicotea la posibilidad del movimiento indígena de llegar a un acuerdo (que ni siquiera los gremios de los transportistas han desdeñado) sobre la focalización de los subsidios? ¿Quién elimina de la agenda de conversaciones el tema de la desnutrición infantil, que afecta sobre todo a las comunidades indígenas de la sierra central? ¿Quién desaprovecha las coincidencias con el Gobierno en temas tan importantes como educación bilingüe o justicia indígena? ¿Quién es incapaz de plantear un discurso mínimamente coherente (más allá de las babosadas ideológicas de toda la vida) sobre el crimen de la minería en los páramos? ¿Quién, en definitiva, ha reducido todas las reivindicaciones históricas del movimiento indígena a una sola, el subsidio de los combustibles, y ni siquiera es capaz de plantear un argumento sólido, uno solo, sobre ello? Está clarísimo. Algo tiene que hacer la Conaie con Leonidas Iza.