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La alharaca de los conspiradores

Avatar del Roberto Aguilar

El comunicado con que la mayoría parlamentaria termina su año de contubernios, conspiraciones e intrigas, es la confesión de impotencia, vacío y orfandad más lastimera que concebir se pueda.

Que se cuide el Gobierno, amenaza la mayoría parlamentaria, porque le van a aplicar el artículo 130 numeral 2 de la Constitución: ese que permite a la Asamblea Nacional destituir al presidente de la República por “grave crisis política y conmoción interna”. La muerte cruzada, que le dicen.

¿Es en serio? Sí, lo escribieron en un comunicado tan insustancial como altanero y farragoso que hicieron público este martes. Firman los representantes de los bloques conjurados: Mauricio Zambrano por los correístas; Mireya Pazmiño por los correístas de Pachakutik; Yeseña Guamaní por los correístas de la Izquierda Democrática; Esteban Torres por el socialcristianismo aliado de los correístas; y Virgilio Saquicela “para juntarlos a todos y atarlos a las tinieblas”, como el último anillo del Señor de los Anillos.

Se pasaron el año entero buscando la circunstancia que pudiera acomodarse a esa figura de “grave crisis política y conmoción interna” descrita en la Constitución (más que buscarla: tratando de crearla) y, cuando la tuvieron, se jugaron el todo por el todo: el 28 de junio sometieron la destitución presidencial a votación y perdieron. Quemaron así su único cartucho, pues el mismo artículo 130 numeral 2 de la Constitución que ellos prefieren no leer completo (acaso para mantener con vida sus sueños de perro, acaso porque cualquier texto, considerando sus aptitudes para la lectura, se les vuelve incomprensible pasado el tercer párrafo), ese mismo artículo establece que el procedimiento podrá intentarse “por una sola vez durante el período legislativo, en los tres primeros años del mismo”. O sea que ya no lo pueden repetir. Sin embargo, no solo que tan clara imposibilidad no consigue disuadirlos del ridículo sino que aún les queda jeta suficiente para regodearse en su miseria: que esa amenaza que tienen prohibido cumplir, dicen, será la “única alternativa”. En otras palabras: no tienen ninguna.

El comunicado con el que la mayoría parlamentaria da por concluido su año de contubernios e intrigas es eso: la confesión de impotencia, vacío y orfandad más arrogante que concebir se pueda. Un grupo de conspiradores revestidos de la superioridad moral que se han otorgado y la dignidad que no tienen, se juntan para denunciar lo que califican de “intento de golpe de Estado y ruptura del Estado Constitucional de Derecho” por parte del Gobierno. Todo porque un juez (con la consabida dosis de retorcimiento y sapada criolla que se suele aplicar en estos casos) les quitó el caramelo de la boca y frustró su propio intento, quizá no de romper el Estado Constitucional de Derecho, pero sí de metérselo en el bolsillo, que para el caso es lo mismo. Trataron de tomarse por asalto el Consejo de Participación Ciudadana y, a través suyo, los organismos de control, y no pudieron. De ahí su lastimero pataleo, su alharaca, sus acúsalo-con-tu-mamá-Quico, sus lágrimas, sus mocos y sus babas. Les aplicaron aquella vieja fórmula criolla que dice “a sapada, contrasapada” y no lo pueden creer. Así que vuelcan sobre el papel, con todas las limitaciones retóricas y las incapacidades expresivas y léxicas que les son propias, su indignación y su ira. Y amenazan, envarados como gallitos, para disimular, con no hacer nada. Con cocinarse en su caldo.

“Finalmente -termina el comunicado-, por prudencia, serenidad y por mantener La Paz (así, con mayúsculas: seguramente se refieren a la capital de Boliva), a pesar del descontento del pueblo ecuatoriano, la Asamblea Nacional ha venido garantizando la democracia. Si el gobierno no lo hace, será el único responsable de las consecuencias”. Un balazo al aire, se diría. Pero la pistola no tiene balas. Esteban Torres debiera saberlo, él que sabe de pistolas.