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Roberto Aguilar: Sade Fritschi es un fraude y no lo sabe

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Aterrizada en una de las carteras más conflictivas del Gobierno, con solo 26 años de edad y 13 meses de experiencia laboral

Lo último de Sade Fritschi, la jovencísima ministra del Ambiente del gobierno de Daniel Noboa: andar con un asesor a su lado para que le sople por lo bajo lo que tiene que decir. Cuando el abismo del vacío conceptual se abre ante sus pies y su mente se precipita hacia la pesadilla del blanco absoluto (a lo sumo se podrá encontrar por ahí la figura de un mono de cuerda tocando los platillos, como en el cerebro de Homero Simpson), el asesor entra en juego, con la quijada pegada al pecho y la boca torcida, y le susurra al oído. No es que sirva de mucho: lo máximo que consigue es conducirla hacia el territorio seguro de los lugares comunes. La ministra se entrega, entonces, a despachar parrafadas insignificantes, tan vacías como su propio silencio cuando se queda en blanco. Pero por lo menos habla: ese es el principal de sus retos y, cuando lo consigue (a veces no), el mayor de sus éxitos. Con que Sade Fritschi hable ya es bastante.

El video de esta semana es un atentado de lo más artero dirigido al corazón de nuestro sentido de la vergüenza ajena. En él aparece la ministra, con casco de petrolera y el asesor a su izquierda, tratando (sin éxito) de improvisar un discurso. El hecho de que llamara “país” a la Amazonía (“¡región!”, le sopló angustiado su ayudante) es lo de menos: pudo ser un lapsus. El problema de fondo es que la ministra no tiene nada que decir sobre los temas de su cartera. Ante los problemas ambientales más apremiantes que amenazan el territorio nacional, a Sade Fritschi no se le ocurre nada. En esta ocasión, balbucea: “sea una región… Sea una región que… Que la p…, la población por fin vea esos recurso, ¿no?, y haya…, haya desarrollo…, haya desarrollo en la población, básicamente, es lo que quiero decir”. Le tomó 20 segundos decir una perogrullada que pudo despachar en dos. Y, consciente del penoso espectáculo que estaba dando, ofreció disculpas: “me disculpo, o sea, mi fuerte es gestora de es gestora de proyectos, entonces aquí nosotros somos menos politiqueros… (“en acción”, le sopló otra vez el ayudante), más en territorio, más en acción, entonces nos medimos por resultados…”.

Acción, territorio, resultados… No es la primera vez que Sade Fritschi se refugia en la vacuidad de la jerga tecnocrática para ‘dummies’. También lo hizo semanas atrás, en la Asamblea, cuando la correísta Mónica Palacios le preguntó si había firmado permisos ambientales para convertir tierras agrícolas en camaroneras: “Bueno -arrancó visiblemente confundida-, es un dato bastante específico del cual estoy, bueno, toda la información es completamente... (“transparente”, le sopló el asesor) transparente, tenemos las puertas abiertas, mi equipo técnico está aquí, no sé, por honor al tiempo del presidente, pueden tranq..., o sea, darle una respuesta más acertada, sin embargo, para darle la respuesta exacta le invito a que por escrito…”. Transparente, puertas abiertas, equipo técnico… Lo único que quedó claro es que la ministra no sabe ni lo que firma. A su lado, hasta Mónica Palacios parece genial, lo cual es un espejismo desproporcionado que lo explica todo.

Aterrizada en una de las carteras más conflictivas del Gobierno, con solo 26 años de edad y 13 meses de experiencia laboral previa (en campos diferentes a la gestión ambiental), Sade Fritschi se ha convertido rápidamente en un integrante activo de la élite del jet: Nueva York, Davos, Dubái, Madrid, Nairobi… Pero sus políticas públicas siguen siendo un misterio. Probablemente porque no las tiene en absoluto. Pero esto, claro, ella no lo sabe: lo suyo es la gestión de proyectos.