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Una pregunta para Lasso

Avatar del Roberto Aguilar

"Lo deshonesto en el debate sobre el aborto es usar la Constitución como coartada. Aquí lo importante, como dice Giscard, es “el estado real de la sociedad”

Que la vicepresidenta tiene que renunciar si Lenín Moreno no veta el Código de Salud, dicen los ‘influencers’ del lobby antiaborto: que ella no puede permanecer en un gobierno que no comparta sus principios de madre católica. Esta campaña no solo es un chantaje emocional sobre María Alejandra Muñoz sino que encierra, además, un profundo equívoco sobre la naturaleza del servicio público. En efecto, los mandatarios no están ahí para ser fieles a sus muy respetables principios religiosos (para eso está su vida privada) sino para hacer respetar los principios republicanos del Estado laico. Otra cosa es que haya quien no sepa distinguirlos.

El ejemplo paradigmático en esta materia es el del presidente francés Valéry Giscard D’Estaing, católico practicante que aprobó, en 1979, la ley del aborto en contra de sus principios. “Yo soy católico -le dijo a Juan Pablo II- pero soy presidente de un Estado laico. No puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos, sino velar porque la ley se corresponda con el estado real de la sociedad para que pueda ser respetada y aplicada”.

El ejemplo paradigmático de lo contrario es Guillermo Lasso. El año pasado, cuando se debatía la despenalización del aborto en casos de embarazo por violación, él escribió un manifiesto terminante. Dice ahí que “el respeto por la vida humana desde la concepción” y la idea de que el aborto es “un crimen”, “no depende de nuestras creencias religiosas” ni “supone dilema alguno con el carácter laico del Estado”.

Lamentable confusión de conceptos: la idea de “la vida humana desde la concepción” es, en sí misma, una creencia religiosa. La concepción, en los hechos, es el momento en que una célula masculina fecunda a una célula femenina y juntas forman una tercera célula: el cigoto. El cigoto contiene la información genética para que se desarrolle un nuevo ser pero no es, no todavía, el nuevo ser. ¿Con qué argumento se puede sostener que el cigoto es un ser humano? Solo hay uno posible y Lasso lo conoce bien: consiste en entender la concepción como un momento mágico en el que la nueva célula recibe (se le insufla) un alma inmortal merecedora de la bienaventuranza eterna. Es una creencia muy respetable. Pero que no venga el candidato de CREO con eso de que “no supone dilema alguno con el carácter laico del Estado”.

No existe, por fuera de la fe, un ser humano desde la concepción. Sin embargo, hasta el tipo más laico estaría dispuesto a reconocer que un feto de 7 meses es, inequívocamente, un ser humano. ¿A partir de qué momento de la gestación puede considerarse de esa forma? ¿Estaría dispuesto Guillermo Lasso, en caso de ganar la Presidencia, a responder esta pregunta con los criterios de la ciencia y no de la religión, por elemental respeto al Estado laico? ¿Estaría dispuesto a legislar en consecuencia, como tantos otros países que permiten el aborto hasta un número determinado de semanas?

Lo deshonesto en este debate es usar la Constitución como coartada. Aquí lo importante no es lo que diga un texto escrito a la patada en Montecristi sino, como dice Giscard, “el estado real de la sociedad”. Solo las leyes que responden al “estado real de la sociedad” pueden ser respetadas y aplicadas. Y el “estado real de la sociedad” ecuatoriana, con su desangre de madres adolescentes y su machismo intolerable, pide a gritos que el problema del aborto se resuelva como un tema de salud pública. No de creencias religiosas.