César Febres-Cordero Loyola | Diana no juega al azar
La justicia no depende de las personas juzgadas, y ni siquiera tanto de los hechos en disputa, sino de las reglas y procesos
Hace poco días, el presidente Daniel Noboa anunció que Diana Salazar, ex fiscal general y actual embajadora en Argentina, encabezaría las listas de ADN en Pichincha para una eventual Asamblea Constituyente. Que si Diana Salazar en su carrera como fiscal actuó en derecho e hizo justicia no es una cuestión que deba responderse discutiendo sobre el carácter moral de las personas que ella logró que fueran condenadas (entre ellas ciertos truculentos personajes no tan secretamente odiados por muchos de sus propios coidearios), porque la justicia no depende de las personas juzgadas, y ni siquiera tanto de los hechos en disputa, sino de las reglas y los procesos con las que se las juzga.
En su último año al frente de la Fiscalía el país vio cómo la institución fue instrumentalizada por Carondelet, ya no solamente contra el gran cuco de la década pasada que cuando tuvo el poder hizo lo mismo, sino también contra los enemigos particulares del poder de turno, ya sea moviéndose con extraña celeridad en sus investigaciones y allanamientos o publicitando sus casos de alto perfil con nombres y logos sugestivos y estigmatizantes.
Finalmente, la doctora Salazar remató su legado con la revelación de que había ejercido su cargo por meses mientras era considerada para ejercer un puesto diplomático para este Gobierno. No hay nada de malo en querer servir al país, incluso bajo un gobierno con el que se podría estar discrepando, pero lo apropiado para Salazar hubiera sido renunciar para así evitar un estado de conflicto de interés que luego pusiera, y hoy pone, en duda su independencia en el ejercicio de sus funciones.
Ahora, Diana Salazar está a punto de volver al país arropada con una bandera partidista. Sí, en otros países hay jueces y fiscales que se identifican con partidos, a veces por afiliación y otras por designación, y aquí mismo tuvimos una Corte Suprema repartida en cuotas. Lo que ha hecho Salazar no es lo mismo. Ella no entró por una cuota, al menos no una oficial, y ahora podría aparecer en las listas de un partido en un país en que con la militancia o afiliación se exige la lealtad absoluta al líder.