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Histórico gesto de desprendimiento

Avatar del Roberto Aguilar

"Casi nada obtiene el Partido Social Cristiano a cambio de su apoyo a la candidatura de Guillermo Lasso. Lo de Nebot es un histórico gesto de desprendimiento"

En la alianza electoral entre CREOy el Partido Social Cristiano, este último lo cede todo. O casi. No hay listas de candidatos compartidas, no hay cuotas políticas, no hay reparto de cargos en un eventual gobierno de Guillermo Lasso. Nomás una vaga promesa de convocar una consulta. De ahí que la posición del PSC sea saludada como un “histórico gesto de desprendimiento”. Jaime Nebot aparece como testigo del pacto pero nadie ignora que la decisión final es suya. El gesto, pues, le pertenece.

Históricos gestos de desprendimiento ha habido muchos y algunos de ellos han marcado épocas. Ninguno se identifica más con el de Nebot, como aquel famoso de Alejandro Magno que recoge Diodoro de Sicilia, llamado Sículo por los latinos, en el volumen 27 de su Biblioteca Histórica. Vale la pena recordarlo.

Se internó cierta vez Alejandro Magno con sus tropas por el calcinante desierto de Gedrosia, en los confines del mundo conocido, sin sospechar que se enfrentaría ahí con uno de los trances más duros de su vida. Habían decidido no llevar reservas de agua excesivas que pudieran dificultar su marcha ni tan pocas que no les alcanzaran para llegar hasta la región que baña el río Indo (es decir, cargaban las reservas justas). Marchaban a paso forzado y se detenían solo para acampar por las noches. El insano clima había acelerado la descomposición de las viandas que llevaban y el árido desierto no ofrecía caza de ningún tipo. Esta circunstancia hizo mella en la salud del gran conquistador, que era también gran diente y que amaneció un buen día sin poder levantarse de su lecho. Un ataque de disentería lo mantuvo postrado toda una semana. El agua se agotó. La situación era dramática. Alejandro agonizaba de fiebre y sed.

Cuatro soldados partieron raudos hacia los cuatro puntos cardinales en procura de una fuente. Extenuados, al borde del colapso, tres de ellos volvieron al tercer día con las manos vacías. Fueron decapitados de inmediato. Al cuarto día, el último de los emisarios arribó por fin, abrasado y exhausto. Bajó de su caballo y, arrastrándose casi, se dirigió a la tienda de Alejandro. En sus manos extendidas llevaba su propio casco, en cuyo interior brillaban prometedores destellos plateados. Era, dijo, toda el agua que había conseguido recoger en una lejana charca casi extinta, la única en leguas y leguas a la redonda. Ya adentro, se la ofreció a Alejandro. Este, incorporándose apenas, tomó el casco y lo lanzó con desfalleciente energía al suelo, derramando todo su contenido. “¡No puedo beber mientras mi ejército muere de sed!”, dijo.

En este punto de la narración, Diodoro Sículo y los historiadores que lo siguen se deshacen en elogios y en frases de admiración por el gran Alejandro. “Histórico gesto de desprendimiento”, son las palabras que utiliza el siciliano y que los otros repiten. Gesto reservado a los héroes: Nebot y Alejandro Magno.

Ya en el siglo XX, el polígrafo italiano Dino Segre, autor de un Diccionario de la Sinceridad que hace honor a su nombre, aventura una hipótesis para explicar el comportamiento de Alejandro y arriba a una conclusión que bien puede valer de moraleja. La hipótesis: antes de lanzar el casco al suelo, Alejandro echó una mirada en su interior y vio, entre sus herrumbrosas y fétidas paredes metálicas, una superficie lodosa y nauseabunda cubierta por las natas verdosas de la charca y los cabellos grasientos del soldado, en medio de la cual emergía, gris y repugnante, una rata muerta. No le fue difícil decidir no beber de esa agua. La conclusión de Segre: gestos históricos de desprendimiento los puede tener cualquiera, especialmente cuando no queda más remedio.