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Ricardo Arques: Agujeros negros en mitad del mundo

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¿Qué entenderá por democracia la máxima autoridad nacional en garantizar la democracia?

Qué ironía resulta la reaparición de los agujeros negros que subsumen las esperanzas del Ecuador en la misma semana que también han reaparecido los apagones. Los agujeros negros son esas masas del universo cuya poderosa fuerza gravitatoria arrastra para sí, a su oscura caverna, a toda partícula, incluida la luz. Otra ironía concomitante: son las instituciones quienes conforman los agujeros negros en lugar de la institucionalidad que tienen encomendada, imprescindible para el avance. Las declaraciones y actitud de la presidenta del CNE, Diana Atamaint, suponen un primer apagón en este periodo de ilusión ciudadana por el nuevo Gobierno que está por estrenar. “La democracia ha triunfado, se consolida en Guayas y en todo el Ecuador”, concluyó durante la entrega de credenciales para la Asamblea basándose en la participación ciudadana en los comicios. En paralelo, la institución que preside ha dejado en desamparo a miles de emigrantes por fallos en el voto telemático. El sistema sí había funcionado en los comicios anteriores, pero no en estos porque el CNE cambió de operadores tras una decisión con sospechosas trazas de corrupción y nepotismo. El silencio total de Atamaint en este asunto hace inevitable la pregunta: ¿qué entenderá por democracia la máxima autoridad nacional en garantizar la democracia? Entre los de a pie, los sin cargo, sabemos sin ostentar magistratura que la democracia no consiste en fuegos artificiales ni simulaciones, sino en servicio, honestidad y transparencia. Se consolida como nefasta costumbre que los servidores públicos pretendan convertir banalidades en acervos de reflexión y pensamiento para responder a lo que quieren y no a lo que se les demanda. En el CPCCS ha habido más de lo mismo, o sea, no sabe, no contesta, no responde, no pregunta al CNE ni sobre el CNE, uno de los organismos cuya pureza de acción tiene bajo su tutela. Es otro desaire a la esperanza del pueblo y un nuevo aldabonazo institucional a la institucionalidad del país. Muy grave sería lo que ya resuena. Atención: la Corte Constitucional y la Asamblea podrían diferir en un mínimo de ocho meses los 90 días previstos para la consulta popular con la que Noboa pretende sustentar su gobierno. ¿Para qué serviría entonces su corto mandato? Las instituciones carecen de sentido si no proveen la institucionalidad que apuntala el bien común. Entonces, ¿por qué no aprendemos que para rodar es imprescindible no poner palos en las ruedas?