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¡Dale un chance!

Frente a este escenario tan sombrío, solo me queda confiar en que algo bueno sucederá, solo me queda compartir el optimismo de mi amigo y recordar sus palabras, “dale un chance”

“Dale un chance”, me decía un amigo mientras criticaba yo amargamente la recién aprobada ley de reforma tributaria. Dale un chance, que las cosas mejorarán; dale un chance que el próximo año la economía se reactivará, la inversión extranjera vendrá, los ajustes en el gasto fiscal vendrán. Dale un chance que ya estaremos casi todos vacunados, el virus se habrá debilitado y podremos trabajar mejor. Dale un chance.

Este exceso de confianza y optimismo contrastaba con mi sombrío panorama de lo que podría suceder en el país una vez aprobada esta ley. La Ley Orgánica para el Desarrollo Económico y Sostenibilidad Fiscal tras la pandemia COVID-19 es una ley de corte fiscalista que se aleja del modelo neoliberal impulsado en campaña para acercarse más a un modelo keynesiano de gasto indiscriminado muy mal utilizado en el pasado reciente.

El modelo neoliberal, concebido en la universidad de Chicago bajo la tutela del Premio Nobel de Economía Milton Friedman y sus Chicago Boys como alternativa al modelo keynesiano imperante en la época, logra fortalecer la economía de los Estados Unidos en la época de Ronald Reagan así como la del Reino Unido de Margaret Tatcher; también fue implementado con impresionante acierto en el Chile de Pinochet, que salía de largas administraciones socialistas, haciendo de este país un referente en América; Perú también lo acogió bajo el mandato de Fujimori, así como en otros países de Latinoamérica, revirtiendo las tendencias de socialistas predominantes y probando que aunque es un modelo imperfecto, es el que mejores resultados ha brindado. Especialmente cuando se lo contrasta con los modelos keynesianos que buscan el gasto indiscriminado y la participación del Estado en todo. Este modelo fue creado e implementado con éxito para paliar la crisis de la Gran Depresión de 1929 en EE.UU., pero con el tiempo dejó de ser efectivo al cambiar la situación económica. Hoy por hoy este modelo cada vez más se asemeja en su implementación a un modelo socialistoide que brinda las condiciones idóneas para incentivar la burocracia, la ineficiencia y la corrupción.

Nuestra recientemente inaugurada ley tributaria es una ley fiscalista, una ley que nos mete la mano al bolsillo para financiar el mayor gasto público presentado en el presupuesto 2022, donde el 80 % de los ingresos viene de los tributos y el 20 % restante de la renta petrolera. Así, el gasto público se fondea con el dinero que genera el trabajo de los privados y el 80 % de lo que se espera recaudar con la ley (USD 1.500 MM) financiará el incremento en gasto.

¿Dónde quedó el compromiso de no elevar impuestos?, ¿dónde quedó la promesa de controlar la corrupción y así disminuir el gasto público?, ¿y la eliminación del ISD? Nada de esto se ha cumplido.

Mi percepción es sombría. Los modelos econométricos sugieren que, céteris páribus, una elevación de impuestos generará una ralentización de la economía y que una excesiva elevación de los salarios básicos, por encima de los niveles inflacionarios, generará desempleo.

Frente a este escenario tan sombrío, solo me queda confiar en que algo bueno sucederá, solo me queda compartir el optimismo de mi amigo y recordar sus palabras, “dale un chance”.