Nacionalidad del presidente

El desconocimiento es una de las razones por las que en nuestro país se crean constituciones y leyes absolutamente desapegadas de nuestra realidad
Es notorio el bajísimo, por no decir nulo, conocimiento que de historia (y de cívica) sufre el pueblo ecuatoriano. Un ejemplo de aquello es la gente que se pregunta por qué Daniel Noboa puede ser candidato a la Presidencia si nació en Miami.
No se debe ser un conocedor de la Constitución para recordar que tuvimos presidentes de la República no nacidos en el país. El primero, Juan José Flores, nació en Puerto Cabello, que ya era territorio venezolano, toda vez que se extendía la nacionalidad de origen a los militares que al momento estaban al servicio del Ecuador y a los nacidos en los demás Estados de Colombia (Nueva Granada y Venezuela), condicionando el acceso a la Presidencia en esos casos a estar casado con ecuatoriana y tener propiedad por 30.000 pesos, requisitos hechos para Flores. Esto no era cosa novedosa en las nacientes repúblicas, tanto que, al parecer, se nos pasa que el primer presidente del Perú plenamente independiente fue el cuencano José de La Mar, ese mariscal sureño al que tratamos de traidor por haber enfrentado a Colombia en la Guerra de 1828-29, al conmemorar la victoria de Tarqui.
Una cosa es ignorar que la nacionalidad por nacimiento no solo se da por nacer en territorio nacional, sino por ser hijo de padre o madre ecuatorianos de origen, y otra es no recordar que Galo Plaza nació en Nueva York, Sixto Durán-Ballen en Boston y Clemente Yerovi en Barcelona. Se olvida también que Neptalí Bonifaz fue descalificado, pese a haber nacido en Quito y de que su madre, también quiteña, era hija del expresidente Manuel de Ascázubi y Matheu, con el argumento de que su padre era un diplomático peruano, lo que también le otorgaba la nacionalidad de ese país si se inscribía como tal, de lo que no había constancia alguna, por lo que se le acusó que de joven se habría proclamado peruano en unas cartas. Su descalificación ocasionó la sangrienta Guerra de los Cuatro Días.
El desconocimiento de historia y geografía es una de las razones por las que en nuestro país se crean constituciones y leyes absolutamente desapegadas de nuestra realidad y, muchas veces, se repiten errores del pasado y se dan vueltas en redondo cada vez que se convoca a una constituyente en la que se retorna a normas pretéritas, como si fuese la primera vez que se las establece o, simplemente, se copian las de otras naciones.