Los jueces del totalitarismo

Nadie estaba a salvo de ser acusado de contrarrevolucionario: claro mensaje para cualquier atrevido
Todo poder totalitario debe dominar el Poder Judicial, pues, para que el opositor se convierta en “enemigo del Estado” o “de la Patria” y que el ciudadano no tenga derechos, basta que los jueces lo permitan.
Sebastian Haffner recuerda que en el III Reich: “los jueces, que a partir de ese momento podían acabar cualquier día en la calle, fueron informados de que su poder había aumentado de manera inconmensurable: ahora eran ‘jueces de la nación’, ‘jueces soberanos’. Ya no tenían por qué atenerse tímidamente a la ley. Es más, ni siquiera debían hacerlo”. El Derecho basado en artículos quedó atrás, había que fijarse en el espíritu de la ley y no en su letra, acudiendo los nuevos jueces a una inacabable palabrería, tras la cual estaba el poder del Estado, que los acechaba con la amenaza de la destitución. “En 1933 no hizo falta ningún rey, ni siquiera fue necesario que Hitler interviniera personalmente para ‘unificar’ el tribunal cameral y su jurisprudencia. Bastó un par de jueces menores con modales enérgicos y conocimientos jurídicos insuficientes”.
Los oportunistas que, hasta ese momento no eran nazis, vieron la llegada de su turno, como el comunista Roland Freisler que, con el apoyo de Goebbels, llegó a presidente del Tribunal Popular del Reich. Los arrepentidos de su apoyo inicial a los nazis, ya lograron mantener la independencia judicial.
No solo que los abusos, excesos y crímenes del nazismo fueron cubiertos por el Poder Judicial, sino que esa Función los protagonizó, como brazo ejecutor de las políticas contra cualquier manifestación opositora, teniendo como antecedente las farsas judiciales bolcheviques, llevadas a la cúspide por Stalin, quien utilizó los “tribunales populares” para sus temibles purgas. Enemigo del Estado era cualquiera que podía hacerle sombra, incluyendo a sus amigos, como Bujarin, sentenciado por el Vasili Úlrij, ‘juez’ que encabezó la Gran Purga. Nadie estaba a salvo de ser acusado de contrarrevolucionario: claro mensaje para cualquier atrevido. Las sentencias de muerte y los envíos a campos de concentración estaban escritos previamente: en eso y mucho más coincidían nazis y comunistas.
Por ello las Constituciones consagran expresamente la independencia judicial: única garantía de que los derechos de las personas dependan del Derecho y no de la decisión del líder o de las dádivas del poder.