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Otra campaña

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Ya solo espero no tener que elegir entre un ladrón o un incompetente

Parece difícil esperar que no sea otro estupendo show donde abundarán múltiples ofrecimientos destinados a endulzar los sentidos del elector que, otra vez, será tratado como el destinatario de una publicidad que lo lleve a comprar ese producto en el que se han convertido los candidatos. Sonrisas sobrarán, mientras los postulantes, derramando simpatía, se volverán habituales visitantes de mercados y degustadores de los distintos potajes que se expenden en todas las esquinas, emitiendo las más increíbles ideas para sacar por arte de magia al país del subdesarrollo, claro, sin los sacrificios que ello reporta, y para solucionar en un momento los acuciantes problemas que sufre la población. No se repetirá el “sacar oro de los celulares” o el “exportar barriles de agua”, porque para ocurrencias nuestros políticos son insuperables. ¿Los planes de gobierno? No pasan de ser un “copia y pega” que sirve para cumplir un requisito para inscribir las candidaturas: nada que será practicado en la realidad.

¿Los debates? Tendría que ser muy optimista para esperar que no sean los bodrios que ya hemos presenciado y en que lo mejor será alguna frase, tan genial como vacía, que se espetará a algún contrario. ¿La publicidad? Alguna tonada pegajosa, muy probablemente tomada de la canción de moda, con un creativo cambio de letra, y unos ‘spots’ en los que nada se dirá, realmente. Ofrecer mucho, sin decir cómo, evitando cualquier postura que pueda ser tachada. Que alguien diga: habrá que subir tal o cual impuesto es tan impensable como que, sobre los subsidios al gas y a los combustibles no se indique que se focalizarán para los más necesitados. De la seguridad social ni hablemos (en serio), y sobre el orden público, “se acabará con la delincuencia”.

Será deber de la prensa “sacarles la verdad”, tarea difícil (e incómoda), pero existen periodistas duchos en esas lides, para lo que aprovecharán que los candidatos tienen que venderse como seres muy receptivos a la crítica y tolerantes a la opinión contraria.

De niño me encantaban las elecciones. Lamentaba no tener la edad de votar y, cuando la tuve, lo hacía animadamente. Los años fueron pasando y ese acto, al que no renuncio, se me hace cada vez más pesado y penoso. Ya solo espero no tener que elegir entre un ladrón o un incompetente.