Rafael Oyarte: La toga y el abogado

En países como el nuestro, algunos pueden verlo como un anacronismo o bien como una suerte de afán de superioridad
En naciones donde las audiencias son grabadas y de acceso público se ha podido verificar un curioso debate entre jueces que observan a los abogados que acuden a esas diligencias sin corbata o, incluso, sin chaqueta. Los unos dicen que eso es una falta de respeto al tribunal y los otros responden que eso no es obligación de ninguna clase, siendo lo importante el debate adversarial. También podría algún abogado observar a jueces que hacen lo mismo y éste responder que lo trascendente es la razonable decisión judicial. Usted, naturalmente, podrá tener su propia opinión al respecto, como yo tengo la mía, pero hay una cosa evidente: ¿cuál es el límite de este asunto?, pues la cosa, pronto, dejará de ser la corbata y la chaqueta, pasando a si uno puede ir a una audiencia con la camiseta del club favorito.
En varios de esos casos se evidencia un nivel de animadversión entre juzgador y abogado que hacen que este último pida que el primero se excuse por no sentir que su caso se resolverá con imparcialidad. Tampoco faltará que alguno provoque ese incidente, justamente, para eso. Y todo por la vestimenta.
Sin embargo, hay países en los que ese debate no se puede producir: todos van togados. En nuestro país el uso de la toga se observa en los jueces de la Corte Nacional de Justicia. En algún momento la usaron los fiscales, los que dejaron de hacerlo porque su uso no era generalizado entre los partícipes, llegando a parecer una rareza. A nivel académico se lo ha ido implementando, cada vez más, en ciertas facultades de Derecho, tanto para determinados actos como para la toma de exámenes de grado.
La toga es una especie de túnica que, siendo de corte idéntico, tiene algunos distintivos respecto de la posición que ocupa quien la viste, es decir, si es juez o si es abogado defensor. En países como el nuestro, algunos pueden verlo como un anacronismo o bien como una suerte de afán de superioridad. Lo cierto es que es un elemento indispensable para igualar a los partícipes de la diligencia, anulando, completamente, los debates en torno al vestuario de los intervinientes. De este modo, el abogado que usa un traje de diseñador es tan igual al que usa uno del sastre del barrio. Asimismo, quien quiere utilizar un jean y camiseta o, simplemente, no quiere usar corbata, no tendrá ningún problema.