Premium

Rafael Oyarte: Apagones

Avatar del RAFAEL OYARTE

Hoy, el Apocalipsis sería perder la electricidad totalmente

Los seres humanos tenemos un sinfín de necesidades y, para cumplirlas, adquirimos bienes y servicios. Unas son ineludibles, como alimentarse o curar alguna enfermedad, para lo cual adquirimos alimentos o vamos al médico. Otras pueden ser tenidas como suntuarias, como divertirse. Así, a principios de siglo se decía que el servicio telefónico fijo era imprescindible, pero que Internet y el celular eran secundarios. Como ve, las cosas han cambiado mucho.

De esa diferencia nace el concepto de “servicio público”. Todo servicio satisface una necesidad individual a través de una prestación, pero hay necesidades que son de relevancia colectiva: todos necesitamos transportarnos, comunicarnos y, como podemos comprobar en estos días, requerimos de la electricidad para una infinidad de cosas. En este caso, nos acercamos a lo que es un servicio público: cuando se lo interrumpe no solo se afecta al individuo sino a la sociedad. Si no hay cines, pues será una lástima para los cinéfilos, pero el país sigue funcionando, pero si no hay fuerza eléctrica se entorpece y hasta se impiden actividades indispensables: muchos no pueden trabajar, otros no pueden producir o comerciar, bienes se dañan y un larguísimo etcétera.

Los avances tecnológicos actuales hacen que la electricidad sea algo mucho más sensible que en el siglo pasado. Así, en los apagones de los años noventa las computadoras no estaban, ni de cerca, tan presentes en nuestras vidas. No existía internet y, para informarse, se tomaba el periódico y una vela. Hoy, en cambio, en una importante cafetería nacional no se podía vender un triste café porque no había luz. Si vive en una casa moderna, su cocina es totalmente eléctrica. Es el precio del progreso, que nos va creando necesidades. Para los niños del siglo pasado, el fin del mundo era ejemplificado con la caída de una bomba atómica. Hoy, el Apocalipsis sería perder la electricidad totalmente.

Que nuestra Constitución nos diga que los servicios públicos deben ser “de óptima calidad”, so pena de sanciones o de indemnizaciones por ser interrumpidos a causa de negligencia o descuido, solo será otra proclama de buenas intenciones si no se cumple, y eso de que hay unos servicios tan importantes que, como el eléctrico, se los califica de “estratégicos”, no pasa de ser un sarcasmo si, simplememente, no se los tiene por imprevisión, corrupción, incapacidad o lo que sea.