Rafael Oyarte: En año y medio

Ojalá el electo no caiga en la tentación de creer que, en año y medio, todo se puede hacer, pues el que mucho abarca, poco aprieta
Fue el elegido Daniel Noboa, aunque no por los tradicionales cuatro años, sino solo por año y medio. Esa es la ocurrencia de la Constitución de 2008: no podían renovarse los periodos completos, tanto de presidente como de asambleístas, no. Ni bien acaba esta elección y se posesione el gobernante, entramos en un año electoral para consagrar otro presidente y otra asamblea. Ese corto tiempo es una debilidad, pero también una fortaleza: no será objeto de intentos de destitución, pues más allá de que él no puede disolver la Asamblea, esta no tendrá el tiempo ni las ganas de llegar a estos extremos.
Si bien el electo debe comprender que ese 52 % no son votos propios, por lo que no puede caer en ese espejismo, como lo hizo su antecesor, también es un llamado a la primera mayoría relativa parlamentaria: es la segunda elección donde el voto rechazo al correísmo voltea el resultado, pues, teniendo alrededor del 33 % en primera vuelta en ambos casos, en el balotaje es ungido su contrario con el 52 %, lo que deben tener presente en el caso de querer realizar prácticas de obstruccionismo parlamentario y de canibalismo político en miras a los comicios de 2025.
Ojalá el electo no caiga en la tentación de creer que, en año y medio, todo se puede hacer, pues el que mucho abarca, poco aprieta. Deberá concentrarse en hacer una o dos cosas altamente apremiantes: la inseguridad es tema ineludible, ya que dejar pasar el tiempo produce efectos irremediables. Pero si quiere hacer todo, terminará haciendo nada. Lo único que no puede el electo es ser el segundo tiempo de Lasso: ni improvisación ni autosuficiencia, mucho menos con pretensiones fantasiosas como “arreglar el país en 100 minutos” o verdades a medias, que demuestran desconocimiento supino, como el “no necesito Asamblea para gobernar”. Tiene que saber rodearse, tener ya un gabinete adecuado y no esperar a posesionarse, pues las circunstancias apremian. Ahora, cabe preguntarse si el electro será un gobernante de transición o si, por el contrario, será un presidente-candidato. Lo uno y lo otro tendrá secuelas.
Tampoco se debe subestimar al correísmo y pretender que incurrirán en el mismo error por tercera vez, poniendo cualquier cosa en la papeleta presidencial, pues ya deben tener harto claro que, incluso luego del desastre de Lasso, eso no basta para aplacar los temores del electorado sobre sus antecedentes.