Priscilla Falconí: El Día de la Mujer y la carga invisible

Según la OIT, las mujeres realizan el 76 % de tareas de cuidado no remunerado en el mundo
Cada 8 de marzo, el mundo conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad. Se habla de brecha salarial, techo de cristal y violencia de género. Pero poco se dice sobre la doble y triple jornada que muchas mujeres soportamos, cargando solas el peso del hogar después del trabajo, en un sistema que nos da palmaditas en la espalda, pero no soluciones concretas.
Porque sí, el machismo no solo nos limita en derechos o nos expone a violencia, también nos asigna, por defecto, el cuidado del hogar, los hijos y hasta de los propios hombres. Según la OIT, las mujeres realizan el 76 % de tareas de cuidado no remunerado en el mundo. En Ecuador dedicamos 42,3 horas semanales a labores domésticas, los hombres apenas 15,2 (INEC). En el 93 % de los hogares la madre es la principal cuidadora de los hijos; y en el 2021, cuatro de cada 10 niños no recibieron pensión alimentaria a tiempo. ¿Cuántos nunca la recibieron? Sin cifras oficiales, difícil saberlo. ¿Pensarán algunos padres que los hijos nacen con el pan bajo el brazo? Puedo dar fe de que las mías vinieron solo con placenta al mundo.
Todo esto pese a que la Constitución reconoce el trabajo doméstico como una “actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social“. Un lindo concepto sin efecto real, pues cocinar, limpiar, cuidar enfermos y criar hijos sigue siendo una ‘obligación natural’ de las mujeres, no una actividad digna de ser valorada o repartida. El mercado laboral depende de esta carga invisible, pero el sistema lo ignora y lo da por hecho.
El problema no es solo el peso de las responsabilidades, sino sus efectos en la salud y el bienestar de las mujeres. No es casualidad que el consumo de psicofármacos sea mayor en ellas que en hombres. Antidepresivos y ansiolíticos son más accesibles que políticas públicas que redistribuyan cuidados y tareas.
Si la igualdad no empieza en casa, no existirá en ninguna parte, ni en el ámbito laboral ni en la vida pública. No basta con pedir equidad profesional o el fin de la violencia. Es hora de exigir corresponsabilidad. Las mujeres no pueden seguir sosteniendo la economía mundial a costa de su salud mental, pobreza y precariedad.