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La teoría del loco

Avatar del Paúl Palacios

Occidente no se va a dejar intimidar por el matoncito del barrio, a cuenta de que se hace el loco

Nicolás Maquiavelo escribió sobre las bondades que a un príncipe le representaban en algunas ocasiones ser percibido como loco. El mero hecho de que los contendientes del príncipe creyeran que su actuar era irracional, hacía que se tome distancia y se evite la confrontación.

Esta fue la actitud que adoptó Richard Nixon pretendiendo hacer creer a sus potenciales enemigos que era capaz de cualquier cosa sin medir las consecuencias. Esa proyección de política internacional la puso en ejercicio en octubre de 1969, cuando armó los bombarderos de las USAF con armas nucleares y se los paseó a los soviéticos por sus fronteras, para inhibirlos de participar en los temas de Vietnam.

Nixon tuvo muchas otras acciones utilizando el mismo concepto: estoy loco, y no me va a importar hacer cualquier cosa si se meten en este u otro tema.

Es exactamente la posición actual del líder Kim Jong-un con su arsenal nuclear: conmigo no se metan, que no me importan las consecuencias.

Parecería irreal en el año 2022, pero esa es la actitud de la que ha echado mano Putin al invadir Ucrania: el tema de Ucrania es un tema ruso, y si alguien se mete la va a pagar caro.

Putin, basado en su fortaleza de primer golpe ha, incluso, amenazado con un holocausto nuclear si Europa o los EE. UU. intervienen. Putin sabe que su economía no puede costear una ocupación sostenida, por tanto debe lograr una prenda territorial en el este del país, rápidamente desarticular cualquier forma de reacción militar de Ucrania e intentar colocar un gobierno títere. Él sabe que Occidente no reaccionará militarmente, salvo que toque a algún país de la OTAN, pero está usando la Teoría del loco al creer que no tendrá costos y reacciones. Tan solo un día después del ataque, el mercado de valores ruso perdió el 40 % de su valor, Europa y EE. UU. han iniciado sanciones económicas, y en una economía de activos móviles, esto rápidamente afectará a la población rusa, que no es hoy aquella de hace 80 años, dispuesta a grandes sacrificios.

Occidente no se va a dejar intimidar por el matoncito del barrio, a cuenta de que se hace el loco.