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Soltar la piedra

Avatar del Paúl Palacios

En un ambiente sin cuadros provenientes de una construcción partidista, es esencial preparar perfiles y nombres para alejarse de la improvisación.

Viendo la alta rotación de personas en puestos claves en la actual administración, me acuerdo de una famosa frase que se usa en la comunidad de Incae: soltar la piedra.

El gran profesor don Enrique Alvarado Barrios, que dictaba la cátedra de Control Estratégico, en su primera clase explicaba la esencia del curso. Para hacer corto el cuento, decía que una vez que alguien arrojaba una piedra para golpear algo, el proceso era irreversible. El control sobre las acciones se lo tenía antes de decidir, pues era entonces donde la preparación, el análisis, el estudio y la evaluación de consecuencias de una decisión permitían estimar el grado de éxito, y que una vez que se tomaban las decisiones y se actuaba, se perdía el control, y se vivía con las consecuencias.

Una alta rotación en un cargo público, y desde luego privado, es consecuencia de que los procesos que anteceden a los nombramientos no están funcionando bien. Posiblemente no se tiene claro qué es lo que se espera del funcionario, o para qué exactamente se lo busca.

Cuando un funcionario deja su cargo, por lo general con él se va un grupo de personas que él llevó, perdiéndose el hilo conductor de la estrategia hacia la implementación. Es posible que los técnicos de carrera se mantengan, pero quien asuma tendrá que reconstruir el concepto de equipo, y aquello tarda, particularmente cuando no existe identidad ideológica o conexión con un plan de largo plazo.

En lo que el profesor Alvarado insistía era en la menor improvisación posible, estableciendo claramente objetivos y funciones, y a partir de ellos determinar el perfil requerido para encarar esos procesos.

Es absolutamente claro que hay ciertos cargos que tienen “objetivos móviles”, con un periodo más corto, pero la verdadera construcción de un equipo de trabajo no pasa necesariamente por las manos del presidente, sino por quien lo asiste como un equivalente de jefe de gabinete, pues es él quien debe siempre tener una propuesta de remplazo para cada puesto clave, antes de que el presidente no tenga de qué sombrero sacar un conejo cuando explotan los fusibles.