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La cima

Avatar del Paúl Palacios

Frente a la situación en que vivimos, hay cosas que podemos hacer o dejar de hacer para contribuir con paz y esperanza a nuestro entorno

Estos días han sido muy duros para todos. La inseguridad nos está afectando a todos sin distinción; tal como nos afectó la pandemia. Todos nos sentimos desvalidos, en medio de una incertidumbre sin precedentes. En aquel momento nuestra esperanza era que los científicos que buscaban aceleradamente una vacuna, la encuentren.

Algo parecido está ocurriendo ahora: los chats de amigos se han convertido en muros de los lamentos donde todos exponen sus preocupaciones, dolores y penas. Se han vuelto también en el repositorio morboso de esa especie de competencia de quién pone el primer vídeo del último asesinato; la cara de cómo quedó el muerto, la disputa de si fueron cinco o seis balazos, o el audio aclaratorio del atraco en tal o cual lugar, donde no resultaron muertos sino asaltados nomás.

Me pregunto entonces qué puedo hacer como ciudadano, como cabeza de familia o como líder de un equipo de colaboradores en medio de esta tempestad. Sé que mis actos, mis palabras y mi semblante pueden influir para bien o para mal.

Tengo claro, como ocurrió en la pandemia, que hacer nada no salvará la vida de nadie, porque la inacción jamás salvó una vida.

Me vienen a la memoria entonces dos eventos de mi vida. El primero fue la lectura del libro El hombre en busca de sentido, de Victor Frankl. En el libro Frankl relata lo estremecedor de la vida en los campos de concentración nazis, y cómo pudo lograr sobrevivir, aprender y ayudar a otros como siquiatra a superar los problemas en situaciones de adversidades inenarrables, asumiendo la responsabilidad de darle sentido a su vida. Es cuestionarme qué espera de mí mi entorno, y cómo puedo ayudar.

Lo otro que vino a mi mente fue una sencilla situación cuando cruzaba los Pirineos franceses en el Camino de Santiago, en una mañana terrible, junto a mi hijo, donde la niebla no nos dejaba ver a cinco metros, con barrancos al costado. Sabía que quedarme detenido o quejarme no resolvería nada, que tenía que hacer algo para salir de ahí juntos, pues aunque no podía ver la cima por la espesa niebla, había que seguir, porque ¡en algún momento aparecerá la cima!