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Paúl Palacios: La solución africana

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Occidente desbarató a la Unión Soviética sin disparar un tiro; Rusia se propone hacer lo mismo con Occidente, también sin una sola bala

Hacer el bien, construir, es un proceso largo y costoso, no importa si eres una persona o un Estado; pero hacer el mal y destruir es relativamente fácil, se lo puede hacer con pocos recursos y rápido.

Rusia es un país enorme, pero económicamente no llega al tamaño de Italia. A pesar de tener un régimen de mercado y recursos naturales inconmensurables, su sistema político y sus instituciones no acompañan su potencial. Desde siempre, sus sospechas hacia las potencias europeas, y luego de la Segunda Guerra Mundial hacia los Estados Unidos, provocaron el crecimiento de un estamento militar que le era imposible de sostener. Hoy en confrontación con Ucrania, ha expuesto que es una potencia de segundo orden, y no lo desea asumir.

El temor hacia Occidente y la búsqueda de equilibrio, la han llevado a acudir a África como un medio de presión hacia Europa. Por un lado, haciendo todo su esfuerzo para debilitar a los regímenes más estables, y por otro lado incentivando la migración.

Detrás de las masas que cruzan el Mediterráneo desde Libia está su mano. Detrás del intento de penetración hacia Polonia y hace poco a Finlandia, está su mano. Detrás de los movimientos de violencia en Francia y Bélgica está su mano.

A pesar de ser extremadamente represiva hacia el islamismo, como ya lo demostró en Chechenia, no tiene el menor reparo de propiciar su extremismo violento en Europa.

Rusia está implantando en África su modelo de autoritarismo en lo político, y en lo económico buscando crear un nuevo bloque de comercio. En ese campo tendrá que encontrarse con China y sus intereses, cuyo único propósito es abastecerse de materias primas y ofrecer la construcción de proyectos de infraestructura.

Rusia hará lo que deba hacer para debilitar a sus enemigos de la OTAN, minar su tejido social con conflictos internos, y si para eso África le es útil, la usará.

De su parte, Europa aún dormida por años de crecimiento post Guerra Fría, sigue pensando que la solución de sus problemas sociales tiene la misma receta que para los económicos: democracia y liberalismo.

Hay una receta para cada enfermedad.