Paul E. Palacios | Trazar la raya

Al menos antes de opinar vale poner que se trata de ‘un espacio político contratado’
A nadie puede culparse por tener alguna tendencia ideológica o política, profesar algún credo religioso o tener una simpatía deportiva por alguna escuadra. Es más, sería muy raro no tener alguna inclinación en los ámbitos mencionados; el punto es que cuando alguien se titula periodista, debe trazar la raya entre su interés personal y lo que dice representar, que no es otra cosa que los hechos, todos los que conoce.
Si no se es capaz de expresar abiertamente el conflicto de interés que vinculan sus letras escritas o sus palabras al aire, quien lee o escucha no tiene los elementos para analizar cuán objetivo o sesgado puede ser quien dice ejercer el periodismo.
Es muy frecuente escuchar los juicios de valor de personas que se dicen periodistas deportivos, que más parecen hinchas de un equipo que informadores de hechos fidedignos.
Con la explosión de las redes sociales y los nuevos medios de comunicación, observamos la incursión de personajes opinando de todo, convirtiéndose en agentes publicitarios de algún producto político, en lugar de expositores de hechos.
Generalizar sería injusto, pero no son pocos. Es absolutamente legítimo que, frente a hechos de toda naturaleza, las personas tengan un juicio de valor. El periodista no puede escapar de aquello, es su obligación, pero hay una distancia importante entre la opinión objetiva basada en hechos, y las porras y comparsas a cualquier forma de poder. Esa es la raya que divide al periodista, con sus errores y aciertos, con un simple ‘influencer’, que utiliza la pluma o el micrófono como cuchara.
Los medios de comunicación, tradicionales y nuevos, viven en gran medida de la pauta, de la publicidad, pero cuando se trata de temas políticos y en especial aquellos que envuelven poder, deben tener la decencia de expresar si sobre quien opinan los vincula algo en lo económico, y dejar entonces que el receptor tenga un elemento para evaluar la objetividad. Si no lo hacen con tiempo y voluntad, habrá alguien que se los imponga. Hasta entonces, al menos antes de opinar vale poner que se trata de ‘un espacio político contratado’.