Paul E. Palacios | Empleo

De las acciones que puede hacer el Gobierno, ninguna es tan importante y urgente como doblegar a la delincuencia organizada
El gran desafío y promesa del presidente es el incremento del empleo en el país.
La creación de empleo es consecuencia, no causa, de una serie de políticas públicas y medidas puntuales. Imaginemos un grupo de caballos enganchados a una carreta, y detrás de esta, otra. Los caballos son la política fiscal, comercial externa e interna, monetaria, laboral, de seguridad, previsional, etc. Esos caballos arrastran a la primera carreta que es la inversión, y esta a su vez otro vagón que es el empleo. Los caballos irán a la velocidad del caballo más lento; por ejemplo, por mucho que corra el caballo ‘política fiscal’, si el caballo ‘seguridad interna’ está cojo, el conjunto no avanzará.
Francamente, si hay algo que debe hacer el gobierno para empujar la carreta, es trabajar sobre la seguridad interna. La inseguridad está destruyendo empleo informal, en primer lugar, pero impidiendo también la creación de empleo formal.
La delincuencia se ensaña con los más pobres, quienes no tienen los medios para defender su tienda de barrio, su carretilla de helados, o simplemente la venta de esquina. No hay forma de sostener un pequeño capital de trabajo y pagar la extorsión.
La delincuencia les pega un golpe a todos, pero los más grandes pueden defenderse un poco mejor, aunque no expanden su actividad. Se destruye todo.
Desde luego que la inversión pública es un motor importante para arrancar, y sin duda la nueva infraestructura genera mayor eficiencia para los actores privados, pero si no se actúa contra la delincuencia, los costos y ‘fricciones económicas’ en esa obra pública, la harán más cara, porque los contratistas grandes y por derivación los de la cadena de provisión, sufrirán ese costo también.
La información no tan agradable, pero importante para entender la magnitud del problema: los 60.000 a 80.000 delincuentes organizados (incluyendo a los de cuello blanco) que operan en el país, generan (destruyen y se roban) entre el 3 % y 3,5 % del PIB, con lo cual son muchísimo más eficientes en la generación de valor, que el promedio de la economía. Tienen un gran incentivo: la impunidad.