Paúl Palacios: Gestores de paz

Una organización comunitaria fuerte, no partidista, es esencial en la lucha contra la delincuencia
Este fue uno de los planteamientos de la señora González en su campaña. ¿Está completamente fuera de lugar? La reacción de muchas personas fue de rechazo a la idea de que el Estado pague una compensación a una persona en una comunidad para que lidere la organización social en ella.
Inmediatamente, y con razón, vino a la mente la movilización de los colectivos motorizados represores de Venezuela, los enmascarados de Nicaragua jurándose ante la pareja siniestra de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y desde luego los delatores de los barrios cubanos.
Estoy seguro de que no a pocos habitantes de la Sierra Central se les vino a la cabeza la extorsión de ciertos dirigentes para obligarlos a acudir a protestas o si no impedirles el acceso al agua para el riego.
Sin embargo, abstrayéndonos de quién lo propone, y de las comparaciones antes mencionadas, es imposible luchar contra la delincuencia si es que no existe organización y movilización social de autodefensa barrial.
Si el Estado, a través de la fuerza pública, no estimula la organización en las comunidades de manera que sean una muralla de contención contra el crimen organizado en la forma de extorsión o microtráfico, la pelea es muy difícil de ganar. La delincuencia no es enorme, son pocos, pero organizados.
Es por esto que para la delincuencia es más difícil penetrar en las comunidades indígenas y en la ruralidad interandina, porque tienen mejor capacidad de movilización, organización y defensa comunitaria.
El punto es que esa organización comunitaria no puede ser parte de un objetivo de política partidista, movilización política o grupos de represión armados y financiados por un gobierno. Entonces, ¿debe el Estado promover la organización social comunitaria?
Sí, sin duda; pero el Gobierno no puede destinar recursos dinerarios u otra especie para remunerar a un dirigente porque entonces condena a las comunidades a su dependencia, a su capacidad de volverse un extorsionador en función de los intereses del autoritario de turno.
Llamarla como sea, pero en la lucha contra el hampa que nos azota, la organización comunitaria es clave.