Columnas

El poder

"Perpetuarse en el poder es un pacto con el diablo: a cambio de controlar las vidas de los demás, se pierde la propia".

Algunos se preguntarán la razón por la cual ciertas personas permanecen por muchos años en la administración pública y también en las organizaciones privadas, aferrados al poder. No permiten que se vaya formando una generación de relevo que los pueda suceder, y van creando un círculo de cómplices del estatus quo, que se nutre de las migajas que les llegan. En algunos casos la perpetuación del poder está fundada en la habilidad para infundir miedo, al estilo soviético o cubano. En otras oportunidades es la capacidad para identificar las debilidades de los miembros de la corte: vanidad, posición o algún valor material. Al final, cuando el tiempo inmisericorde lo borra del firmamento, generalmente también borra la organización que regentaba. No me refiero al ánimo de lucrar económicamente de la posición, porque la motivación que los mueve va mucho más allá del vil metal. Me refiero a esa actitud de actuar sobre las demás personas; de no servir a los demás, sino de controlar sus vidas. La actitud clásica del encaramado en el poder es hacer creer a los demás que la comunidad, “el pueblo” o los colaboradores, suplican que no se vaya, y él, complaciente, no puede despreciar tales ruegos.

Aun en el sector privado, cuando se es dueño de una empresa, se es el fundador y se ha llevado el negocio a un sitial preponderante, el empresario consciente busca crear una transición para que su obra perdure. En el sector público, el político visionario y generoso, sabe que debe formar juventudes, cuadros y personas que continúen su labor. Ese debería ser el proyecto más importante.

El poder corrompe y por eso es imprescindible la alternabilidad. Recuerdo la sabiduría de Eduardo Peña Triviño, cuando terminó su gestión de Vicepresidente de la República, al preguntársele qué nuevo proyecto tenía, contestó que tomar un tarro de pintura y una brocha, y pintar la verja de su casa en la playa, que era una tarea pendiente. Se requiere fortaleza para alcanzar y ejercer el poder con equidad; pero solamente la sabiduría nos permite despojarnos del poder, antes de que este se apropie de nosotros.