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Réquiem por Jorge Velasco Mackenzie

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En todo buen escritor hay una poética latiendo dentro, como sucede con Julio Cortázar y Roberto Bolaños, que escribieron buenos y pocos poemas por separado

Que el año pasado fue fatal en su comienzo para la literatura y las artes ecuatorianas al llevarse las vidas de Enrique Tábara y Guido Jalil lo dijimos en esta columna en febrero de 2021, y continuó siéndolo después con el escritor más guayaquileño y criollo de todos, Jorge Velasco Mackenzie, quien falleció el 31 de julio en el hospital Teodoro Maldonado Carbo, luego de sufrir un infarto cerebral, en su casa, la semana anterior, como diera cuenta una nota publicada por diario El Universo, lo que de alguna manera explique quizá el no haber reparado oportunamente en la infausta noticia. Más adelante, en noviembre, nos referimos a la muerte de otro escritor destacado, Eliécer Cárdenas. 

Jorge Velasco, de vida austera, reservada y enteramente dedicada a las letras, admirador de Lezama Lima y el grupo Orígenes, además de los infaltables de nuestro boom latinoamericano que empieza con Alejo Carpentier, Pablo Palacios y Juan Rulfo y sigue con García Márquez, Carlos Fuentes y el infatigable y admirable Mario Vargas Llosa, escribió numerosas y sensibles novelas, en su mayor parte, creo yo, basadas en su personal conocimiento de la realidad, lo que las hace directas y eficaces, pero no menos poéticas. En todo buen escritor hay una poética latiendo dentro, como sucede con Julio Cortázar y Roberto Bolaños, que escribieron buenos y pocos poemas por separado. Velasco también los escribió, y muy bien; los leímos en algún diario o revista literaria. Pero que sepamos, no los recogió en libro. Con un selecto número de intelectuales, como Hugo Salazar, Fernando Nieto, Raúl Vallejo, casi todos docentes de la Universidad estatal de Babahoyo, que gozó de ese raro privilegio, Velasco Mackenzie formó parte del grupo literario Sicoseo, que no duró demasiado por dispersión de sus integrantes por caminos geográficamente diversos. El rincón de los justos es su obra prima y la más difundida de este gran escritor nuestro que muere a la edad aún temprana de 72 años, pero hay otras muy hermosas: Tambores para una canción perdida, Río de sombras, La casa del fabulante, y otras. Todas tienen pasajes de gran belleza y una carga emocional muy marcada. Leámoslo, hagamos justicia a su calidad de escritor aunque sea después de muerto.