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Muerte de Abimael Guzmán

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Abimael Guzmán, filósofo, profesor universitario y líder del movimiento guerrillero peruano de tendencia comunista Sendero Luminoso, que se alzó contra el Estado en 1980 hasta el 2000, cuyo fanatismo se acusa habría causado más de 30.000 bajas, murió de neumonía en una celda de la Base Naval del Callao, luego de haber pasado encarcelado 29 años en las peores condiciones, en especial bajo el régimen fujimorista, que lo tuvo enjaulado como un animal o en condiciones insalubres en un sótano bajo el nivel del mar, situación que solo cambió por la protesta mediática internacional. Y en lugar de entregar el Gobierno el cadáver a la cónyuge del decesado para que le dé sepultura, el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Aníbal Torres, haciendo una personal y arbitraria interpretación de las leyes General de Salud y General de Cementerios, ha solicitado a la Fiscalía de la Nación que disponga la cremación del cadáver, advirtiendo que ordenar la sepultura del fundador de Sendero Luminoso “podría conllevar afectaciones de orden público y de la seguridad” de la sociedad peruana, ya que “no se puede negar que para este sanguinario grupo terrorista” sus restos son un símbolo y “buscarán enaltecerlo y homenajearlo”. Pero lo que la historia escribió, escrito está y no podrá ser borrado con actos prepotentes de un funcionario transitorio. La esposa de Guzmán, la número 2 de Sendero Luminoso, Elena Iparraguirre, condenada también a prisión perpetua, y que se casó con él estando en prisión el 12 de septiembre, otorgó un poder a Iris Quiñónez, que en su representación pidió a la Tercera Fiscalía Provincial de Callao la entrega del cuerpo de Guzmán. No deja de ser bastante extraño que en el gobierno de un presidente de raíz netamente popular, izquierdista y socialista, como se ha definido el propio Pedro Castillo, ocurra esta manifestación tan radical y clásica de la extrema derecha y que se excuse por lo fácil, diciendo que es asunto del Ministerio Público. Lo separa de Guzmán el uso de la violencia, pero los fines son los mismos, o debieran serlo. A través de la violencia guerrillera Cuba consiguió su singular destino y Colombia con el acuerdo de paz entre el Estado y las FARC tras 50 años de guerra interna. Al final cada país encuentra su camino y su propio destino.