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La crisis carcelaria (III)

Avatar del Nelly de Jaramillo

Fausto Cobo, el recién posesionado director de cárceles del país o director general del Servicio Nacional de Atención a Personas Privadas de Libertad -SNAI-, al comparecer ante la Comisión de Seguridad de la Asamblea el 18 de agosto, calificó como un caos el sistema carcelario; que existe anarquía y se encuentra en estado precario: “Hay una conexión directa entre el crimen organizado internacional, el narcotráfico y todos los delitos conexos, como el tráfico de personas. Es un poder igual o superior al Estado, que atenta contra sus elementos estructurales, el territorio y sus recursos”. Por ello, advirtió que los resultados no se verán a corto plazo, ya que cada centro carcelario tiene problemas distintos que van desde la carencia de equipos tecnológicos, normativas que garanticen la seguridad jurídica de los agentes de la autoridad, hasta la falta de guías penitenciarios que cuenten con armamento, acciones todas que requieren un mínimo de seis meses para empezar a ver resultados. Cobo sostuvo que el poder de las organizaciones criminales en las cárceles es tan grande que ha llegado a “infiltrar el Estado y distintas instituciones”, teniendo que suspenderse la transmisión en vivo por cuestiones de seguridad. De lo referido han dado cuenta los diarios del país. Y es que el asunto es de real gravedad. Si el presidente Lasso y la Asamblea han decidido afrontarlo de modo radical, como al parecer se pretende hacerlo, requieren el total apoyo de la ciudadanía, así como la participación de todos los involucrados, incluso delegaciones de los propios internos. Se lo ha hecho en otros países y en algunos las cárceles están siendo administradas por instituciones privadas. Nosotros mismos hace más de una década tuvimos una buena experiencia cuando la Penitenciaría del Litoral estuvo administrada por un sacerdote de la Nueva Iglesia, que organizó talleres de trabajo donde se hacían obras para vender al público, y por buen comportamiento hubo internos que gozaron de licencia algún fin de semana para pasar en su casa. Increíblemente, se criticó eso y que los reclusos dispusieran de ciertas comodidades, se hicieran funciones de teatro para ellos, etc., hasta que no sé por qué esa buena experiencia terminó y ahora parece imposible reponerla, si la mentalidad pública tampoco ha cambiado.